jueves, 14 de julio de 2011

capitulo 14 - passion lauren kate

CAPITULO CATORCE
LA FUERTE PENDIENTE
Traducido SOS por Abril.

CENTRO DE GROENLANDIA• INVIERNO, 1100

El cielo estaba negro cuando Daniel salio. Detrás de el, el portal ondeaba en el viento como una andrajosa cortina, enganchándose y rasgándose antes de caer en piezas sobre la nieve azul noche.
Un escalofrío recorrió su cuerpo. A primera vista, parecía que allí no había nada. Nada más que las noches árticas que parecían no terminar jamás, ofreciendo solo un pequeño vistazo del día, al final.
El lo recordaba ahora: en esos fiordos era donde el y sus compañeros los ángeles caídos celebraban sus reuniones: todo era sombría penumbra y fuertes fríos, una caminata de dos días al norte del asentamiento mortal de Brattahlíõ.
Pero el no la encontraría aquí. Esta tierra nunca formo parte del pasado de Lucinda, así que no habrá nada en sus Mensajeros que la traiga aquí ahora.
Solo Daniel. Y los otros.
El se estremeció y camino entre los fiordos de nieve barrida hacia un calido resplandor en el horizonte. Siete de ellos habían sido reunidos alrededor del fuego anaranjado. Desde la distancia, el círculo de sus alas lucia como un halo gigante en la nieve. Daniel no necesitaba contar sus brillantes contornos para saber que allí estaban todos.
Ninguno de ellos lo noto caminado sobre la nieve hacia su asamblea. Siempre tenían una sola estrella fugaz a mano, solo por si acaso, pero la idea de un visitante no-invitado pasando por su concejo era tan inverosímil que ni siquiera era una amenaza real. Además, estaban demasiado ocupados disputando entre ellos mismos como para notar al anacronismo agazapado detrás de una roca congelada, escuchando.
-Esto fue un desperdicio de tiempo.- La voz de Gabbe fue la primera que Daniel pudo oír. –No vamos a llegar a ninguna parte.-
La paciencia de Gabbe podia ser algo irritante. Al empezar la guerra, su rebelión había durado una fracción de segundo en comparación con la de Daniel. Desde ese entonces, su compromiso a su lado era muy profundo. Ella estaba de vuelta en las Gracias del Cielo, y la vacilación de Daniel iba en contra de todo lo que ella creía. A medida que ella paseaba por el perímetro del fuego, las puntas de sus grandes alas de plumas blancas se arrastraban en la nieve detrás de ella.
-Tu eres la única que convoco esta reunión,- una fuerte voz le recordó. – ¿Ahora la quieres aplazar?-
Roland estaba sentado en un tronco negro a unos pocos pies desde donde Daniel estaba agazapado detrás de la piedra.
El cabello de Roland era largo y descuidado. Su oscuro perfil y sus alas de mármol doradas y negras brillaban como ascuas en la penumbra del fuego.

Era justo como Daniel lo recordaba.
-La reunión que convoque era para ellos.- Gabbe se detuvo y señalo con su ala a los dos ángeles sentados, uno al lado del otro, al frente de Roland.
Las delgadas alas iridiscentes de Arriane estaban, por una vez, elevadas por encima de sus omoplatos. Su resplandor parecía casi fosforescente en la noche sin color, pero todo lo demás a su alrededor, desde su corto cabellos bob hasta sus pálidos labios, parecía angustiosamente sombrío y sosegado.
El ángel al lado de Arriane también estaba mas tranquilo que lo normal. Annabelle miraba perdida hacia los confines de la noche. Sus alas eran de color plata oscura, casi del color del estaño. Eran anchas y musculares, y se extendían al rededor de ella y de Arriane en un amplio y protector arco. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que Daniel la vio.
Gabbe se detuvo detrás de Arriane y Annabelle y se paro mirando hacia el otro lado: a Roland, Molly, y Cam, quienes estaban compartiendo una gruesa manta de piel. Estaba cubierta por sus alas. A diferencia de los Ángeles al otro lado del fuego, los demonios estaban temblando.
-No esperábamos tu lado esta noche,- Gabbe les dijo, -ni estamos felices de verlos.-
-Nosotros también tenemos una participación en esto,- dijo Molly ásperamente.
-No de la misma manera que nosotros,- dijo Arriane. -Daniel nunca se les unirá.-
Si Daniel no hubiera recordado dónde se había sentado en esta reunión hace más de mil años atrás, podría haber pasado por alto su yo anterior por completo. Ese yo anterior estaba sentado solo, en el centro del grupo, directamente al otro lado de la roca. Detrás de la roca, Daniel se movió para tener una mejor vista.
Las alas de su yo anterior florecían tras él, grandes velas (NdT: se refiere a las velas de los barcos) blancas tan inmóviles como la noche. Mientras los demás hablaban de él como si no estuviera allí, Daniel se comportó como si estuviera solo en el mundo. Arrojó puñados de nieve al fuego, observando como los cúmulos congelados siseaban y se disolvían en vapor.
-Oh, ¿en serio?- dijo Molly. – ¿Te importaría explicarme por que el esta cada vez mas cerca de nuestro lado cada vida? ¿Esa pequeña maldición a Dios que hace cada vez que Luce explota? Dudo que suba bien.-
-¡El esta agonizando!- Annabelle le grito a Molly. –Tu no lo entenderías porque no sabes como amar.- Ella se deslizo mas cerca de Daniel, con las puntas de sus alas arrastrándose en la nieve, y se dirigió a el directamente. –Esos tan solo son repuntes temporales. Todos sabemos que tu alma es pura. Si quieres, por fin, elegir un bando, elígenos, Daniel—si en cualquier momento…—
-No.-
La limpia finalidad de la palabra empujo a Annabelle lejos rápidamente como si Daniel hubiera sacado un arma.
El yo anterior de Daniel no miraría a ninguno de ellos. Y detrás de la roca, observándolos, Daniel recordó que había pasado durante este consejo, y se estremeció ante el horror prohibido de la memoria.
-Si no te unes a ellos,- Roland le dijo a Daniel, - ¿por que no unirte a nosotros? De lo que puedo decir, no hay un Infierno peor que ese que atraviesas cada vez que la pierdes.-
-¡Oh, golpe bajo, Roland!- dijo Arriane. –Ni siquiera sientes eso. No puedes creer...- Ella retorcio sus manos. –Solo estas diciendo eso para provocarme.-

Detrás de Arriane, Gabbe descanso una mano sobre su hombro. Las puntas de sus alas tocándose, mostraban una explosión brillante de plata entre ellas. –Lo que Arriane quiere decir es que el Infierno nunca es la mejor alternativa. Sin importa que tan terrible pueda ser el dolor de Daniel. Solo hay un lugar para Daniel. Solo hay un lugar para todos nosotros. Ya veras que tan penitenciarios son Los Relegados.-
-Perdónanos la predicación, ¿quieres?- dijo Molly. – Hay un coro allí que puede estar interesado en tu lavado de cerebro, pero yo no, y no creo que Daniel lo este, tampoco.-
Los Ángeles y demonios se dieron vuelta para mirarlo, como si todavía fueran parte del anfitrión. Siete pares de alas emitiendo un aura resplandeciente de luz dorada y plateada. Siete almas que el conocía tanto como la suya propia
Incluso detrás de su roca, Daniel se sintió sofocado. El recordó este momento: ellos demandaban tanto de el. Cuando el estaba tan debil por su corazon roto. El sintió el asalto de la suplica de Gabbe para que se uniera al Cielo otra vez. La de Roland tambien, para unirse al Infierno. Daniel sintió otra vez la forma de la única palabra que había dicho en toda la reunión, como un extraño fantasma en su boca: No.
Lentamente, con un sentimiento enfermo en el, Daniel recordó una cosa más: ¿Ese no? No lo había querido. En ese momento, Daniel había estado a punto de decir si


Esta era la noche en la que él casi se había dado por vencido.

Ahora sus hombros ardían. La repentina urgencia de dejar salir sus alas casi lo llevaban a sus rodillas. Sus adentros irritaban con culpa-llenando con horror. Estaba creciendo en él, la tentación con la cual había peleado tanto tiempo por reprimir.

En el círculo alrededor del fuego, el pasado Daniel miró a Cam. —Estás inusualmente callado ésta noche.

Cam no respondió al instante. —¿Qué quieres que diga?

—Enfrentaste éste problema una vez. Tu sabes…

—¿Qué quieres que diga?

Daniel contuvo el aliento. –Algo encantador y persuasivo.

Annabelle bufó. –O algo sucio y absolutamente maligno.

Todos esperaron. Daniel quería estallar detrás de la roca, sacar a su vida pasada de ahí.

Pero él no podía. Su Anunciadora lo había traído aquí por una razón. Él tenía que pasar por todo de nuevo.

—Estás atrapado—Cam dijo al fin—. Tú piensas que porque una vez hubo un inicio, y porque estás en algún lugar en el medio ahora, que habrá un final. Pero nuestro mundo no está arraigado en teología. Es caos.

—Nuestro mundo no es el mismo que el tuyo…—Gabbe empezó a decir.

—No hay manera de salir de éste ciclo, Daniel,—Cam empezó—. Ella no puede quebrarlo, y tampoco tú. Escoge Cielo, escoge Infierno, a mi no me importa ni a ti tampoco. No hará ninguna diferencia…

—Suficiente—La voz de Gabbe era quebrante—. Hará una diferencia. Si Daniel viene a casa al lugar donde él pertenece, luego Lucinda…luego Lucinda…—Pero ella no pudo seguir. Las palabras eran blasfemia, y Gabbe no lo haría. Ella cayó a sus rodillas en la nieve.


Detrás de la roca, Daniel miró a su pasado extendiéndole una mano a Gabbe y la alzó del suelo.

Lo vio antes sus ojos ahora, justo como lo recordaba: su mirada dentro de su alma y vio cuan brillantemente ardió. Él miró de nuevo y vio a los otros-Cam y Roland, Arriane y Annabelle, incluso Molly-y pensó sobre por cuánto tiempo él había arrastrado a los otros por esta épica tragedia.

¿Y para qué?

Lucinda. Y la decisión que dos de ellos habían hecho hace mucho tiempo-y otra y otra vez: poner su amor encima de todo lo demás.


Esa noche en el fiordo, su alma estaba entre encarnaciones, nuevamente purgada de su último cuerpo. ¿Qué si él dejaba de buscarla? Daniel estaba cansado hasta la medula. Él no sabría qué haría si lo tuviera con él alguna vez.

Ver su lucha de antes, sentir la eminente llegada del absoluto colpaso, Daniel record lo que él tenía que hacer. Era peligroso. Prohibido. Pero esta absolutamente necesarios. Ahora, al menos, él entendía porqué su futuro yo lo había tomado esa noche hace tanto para darle Fortaleza, para mantenerlo puro.

Él se había debilitado en éste momento clase en su pasado. Y el futuro Daniel no podía dejar que esa debilidad se magnificara a través del período de la historia, no podía dejar que corrompiera las oportunidades de él y Lucinda.

Así que él repitió lo que le había pasado a él novecientos años antes. Él va a hacer las paces esta noche al unirse con- no, anulando su pasado.

Unirse.

Era la única forma.

El rodó sus hombros, libero sus temblorosas alas en la oscuridad. Él podía sentirlas cogiendo el viento en su espalda. Una aurora de luz pintó el cielo cien pies encima de él. Era lo suficientemente brillante para cegar un mortal, lo suficientemente brillante para atraer la atención de siete ángeles peleados.

Conmoción del otro lado de la roca. Gritos y jadeos y el sonido de alas acercándose.

Daniel se impulsó fuera del suelo, volando rápido y fuerte así él se elevó sobre la roca justo cuando Cam vino detrás de ella. Se perdieron por una envergadura, pero Daniel siguió moviéndose, descendió en picada hacia su yo pasado tan rápido como su amor por Luce podía llevarlo.

Su pasado yo dio un paso atrás y sostuvo su mano, rechazando a Daniel.


Todos los ángeles sabían el riesgo de unirse. Una vez unido, era casi imposible liberarse del pasado yo, de separar dos vidas que habían sido surcadas. Pero Daniel sabía que él había sido unido en el pasado y había sobrevivido. Así que él tenía que hacerlo.

Él lo estaba haciendo para ayudar a Luce.

Él presionó sus alas juntas y se sumergió en su yo pasado, presionando tan fuerte que él debía haber sido aplastado- si no hubiera sido absorbido. Él se estremeció, y su yo pasado se estremeció, y Daniel mantuvo sus ojos cerrados y rechino sus dientes para soportar la rareza, grandes nauseas que inundaron su cuerpo. Él sentía como si estuviera cayendo por una colina: temerario e imparable. Sin vuelta hasta que él llegara al final.

De repente, todo llego a su fin.

Daniel abrió sus ojos y solo podía oír su respiración. Él se sentía cansado pero alerta. Los otros lo estaban mirando. Él no podía estar segura si ellos tenían alguna idea de que lo acababa de pasar. Todos lucían asustados de acercársele, incluso hablarle.

Él extendió sus alas y giró en círculo completo, inclinando su cabeza hacia el cielo. –Escojo mi amor por Lucinda—él llamó a Tierra y Cielo, a los ángeles a su alrededor y a los que no estaban ahí. Al alma de la única cosa que él amaba, dónde fuera que ella estuviera—. Ahora estoy reafirmando mi elección: escojo a Lucinda sobre todo. Y lo hará hasta el final.

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