sábado, 23 de julio de 2011

capitulo 20


Capitulo 20


Traducido por elamela



EL FIN DEL VIAJE

LA PUERTA AL CIELO • LA CAIDA



Por supuesto, sólo había habido un lugar para encontrarla.

El primero de ellos. El comienzo.

Daniel se dirigió hacia su primera vida, listo para esperar allí mientras le llevara a Luce abrirse paso hasta allí también. La tomaría en sus brazos, le susurraría al oído, Por fin. Te encontré. Nunca te dejaré ir.

Salió de las sombras y se congeló con el brillo cegador.

No. Este no era su destino.

Este aire delicioso y este cielo opalescente. Este abismo cósmico de luz diamantina. Su alma se encogió con la vista de las olas de las nubes blancas rozando contra la Anunciadora negra. Allí estaba, en la distancia: el inconfundible zumbido de tres notas tocando suavemente, sin parar. La música del Trono del Monarca Celestial lo hacía puro mediante la irradiación de luz.

No. ¡No!, ¡No!

No se suponía que estuviera aquí. Quería encontrarse con Lucinda en su primera encarnación en la Tierra. ¿Cómo había aterrizado aquí, de todos los lugares?

Sus alas se habían desplegado por instinto. El desplegamiento se sentía diferente de cómo lo hacía en la Tierra - no la enorme liberación que por fin lo dejaba en libertad, pero un hecho tan común como respirar era para los mortales. Sabía que estaba brillando, pero no de la forma en que a veces brillaba bajo la luz de la luna mortal. Su gloria no tenia que esconderse aquí, y tampoco nada que mostrar. Solo era eso.

Había pasado tanto tiempo desde que Daniel había estado en casa.

Lo acerco, los acerco a todos, de la forma en que el olor de la infancia en casa - los pinos o las galletas caseras, la dulce lluvia de verano o el almizcle del cigarro de un padre – se lo podía hacer a cualquier mortal. Llevaba un poderoso poder. Esto era el por qué Daniel se había mantenido alejado durante estos últimos seis mil años.

Estaba de vuelta ahora - y no por propia voluntad.

¡Ese querubín!

El ángel pálido y etéreo de su Anunciadora - había engañado a Daniel.

Las plumas de las alas de Daniel se encresparon. Había habido algo que no estaba bien en ese ángel. Su marca del Escala era demasiado fresca. Todavía elevada y roja en la parte trasera de su cuello, como si hubiera sido hecha recientemente…

Daniel se había dirigido hacia algún tipo de trampa. Tenía que irse, no importa cómo.

En el aire. Siempre estabas en el aire aquí. Siempre deslizándote a través del aire más puro. Extendió sus alas y sintió la blanca niebla ondeando sobre él. Sobrevoló a través de los nacarados bosques, bajando en picado por encima de la Huerta del Conocimiento, curvando alrededor del Bosque de la Vida. Pasó los blancos lagos y las estribaciones de las plateadas y brillantes Montañas Celestes.

Había pasado tantas épocas felices aquí.

No.

Todo eso debía permanecer en lo más recóndito de su alma. Este no era el momento para la nostalgia.

Redujo la velocidad y se acercó a la Pradera del Trono. Estaba justo como lo recordaba: la llanura de brillantes nubes blancas dirigiéndose arriba hacia el centro de todo. El propio trono, deslumbrantemente brillante, irradiando el calor de pura bondad, tan luminoso que, incluso para un ángel, era imposible mirarlo directamente. Uno ni siquiera podía acercarse para mirar al Creador, que se sentaba en el trono vestido con brillantez, por lo que la habitual sinécdoque - llamando a toda la entidad el Trono - era adecuada.

La mirada de Daniel se arrastró hacia el arco de ondulantes salientes plateados que rodeaban el Trono. Cada uno estaba marcado con el rango de un Arcángel diferente. Esto solía ser su base de operaciones, un lugar para venerar, para acudir, visitar y entregar los mensajes al Trono.

Allí estaba el brillante altar que había sido su asiento, cerca de la esquina superior derecha del Trono. Había estado allí mientras el Trono había estado existiendo.

Pero sólo había siete altares ahora. Una vez había habido ocho.

Espera -.

Daniel hizo una mueca. Sabía que había llegado a las puertas del cielo, pero no había pensado en precisamente cuando. Importaba. El Trono sólo había sido desequilibrado así durante un período muy corto: el pequeño tiempo justo después de que Lucifer declaró sus planes para desertar, pero antes de que el resto de ellos hubieran sido llamados para tomar partido.

Llegó en ese abrir y cerrar de ojos un momento después de la traición de Lucifer, pero antes de la Caída.

La gran fisura venía por quien se pondría del lado del cielo y quien estaría de parte del Infierno, cuando Lucifer se convertiría en Satán delante de sus ojos, y el Gran Brazo del Trono arrastraría legiones de ellos fuera de la superficie del cielo y los enviaría cayendo hacia abajo en picado.

Se acercó a la Pradera. La nota armónica se hizo más fuerte, así como el zumbido coral de los ángeles.

La Pradera estaba radiante con la reunión de todas las almas más brillantes. Su propio pasado estaría abajo allí; todos ellos estaban. Era tan brillante que Daniel no podía ver con claridad, pero su memoria le dijo que a Lucifer le había sido permitido asistir a la corte desde su altar plateado situado en el extremo más alejado de la Pradera, en oposición directa con - aunque casi no tan alto - el Trono. Los otros ángeles estaban reunidos delante del Trono, en medio de la Pradera.

Esto era el acto de pasar lista, el último momento de unidad antes de que el Cielo perdiera la mitad de sus almas. En ese momento Daniel se había preguntado por qué el Trono permitió siquiera que ocurriera el hecho de pasar lista. ¿Sabía que dominaría sobre toda la suplica de Lucifer hacia los ángeles y que acabaría en pura humillación? ¿Cómo podría haber estado el Trono tan equivocado?

Gabbe todavía hablaba del acto de pasar lista con una claridad sorprendente. Daniel podía recordar poco de eso – aparte del suave roce de un ala extendiéndose hacia él en solidaridad. El roce que le dijo: No estás solo.

¿Podría atreverse a mirar hacia esa ala ahora?

Tal vez había una manera diferente de ir hacia el acto de pasar lista, de modo que la maldición que recaía sobre ellos más adelante no se alterara tanto. Con un estremecimiento que alcanzo su alma, Daniel se dio cuenta de que podía convertir esta trampa en una oportunidad.

¡Por supuesto! Alguien había revisado la maldición para que hubiera una salida para Lucinda. Todo el tiempo que había estado corriendo detrás de ella, Daniel había asumido que debía haber sido Lucinda misma. Que en algún lugar de su incauto vuelo hacia atrás a través del tiempo, había abierto una escapatoria. Pero tal vez... quizás había sido Daniel todo el tiempo.

Estaba aquí ahora. Podía hacerlo. En cierto sentido, ya debía haberlo hecho. Sí, había estado corriendo tras sus implicaciones a través de los milenios en los que había viajado para llegar aquí. Lo que hiciera aquí, ahora, en el mismo comienzo, repercutiría en adelante en cada una de sus vidas. Finalmente, las cosas estaban comenzando a tener sentido.

Seria el que mitigaría la maldición, para permitir que Lucinda viviera y viajara hacia su pasado - tuvo que haber empezado aquí. Y tuvo que haberse comenzado con Daniel.

Descendió a la llanura de nubes, avanzando hacia la brillante frontera. Había cientos de ángeles allí, miles, llenándola con una brillante ansiedad. La luz era asombrosa mientras se deslizaba entre la multitud. Nadie percibió su Anacronismo, la tensión y el miedo entre los ángeles eran demasiado brillante.

"El momento ha llegado, Lucifer," su Voz lo llamo desde el Trono. Esta voz le había dado a Daniel la inmortalidad, y todo lo que viene con eso. "¿Esto es realmente lo que deseas?"

"No sólo por nosotros, sino por nuestros compañeros ángeles," Lucifer estaba diciendo. "El libre albedrío es válido para todo el mundo, no sólo para los hombres y las mujeres mortales a quienes vemos desde arriba. "Lucifer apelaba ahora hacia los ángeles, ardiendo más brillante que la estrella de la mañana. "La línea ha sido dibujada en el terreno nuboso de la Pradera. Ahora sois todos libres de elegir. "

El primer escriba celestial se situó en la base del Trono con una trémula incandescencia y comenzó a gritar los nombres. Comenzó con el ángel de rango más bajo, el hijo siete mil ochocientos doce del Cielo:

"Geliel," lo llamó el escriba, "el último de los veintiocho ángeles que gobiernan las mansiones de la luna."

Así fue como comenzó.

El escriba siguió un recorrido ascendente en el opalescente cielo cuando Chabril, el ángel de la segunda hora de la noche, eligió a Lucifer, y Tiel, el ángel del viento del norte, optó por el cielo, junto con Padiel, uno de los guardianes del parto, y Gadal, un ángel involucrado con los ritos mágicos de los enfermos. Algunos de los ángeles hicieron un largo discurso, algunos de ellos apenas dijeron una palabra, Daniel llevaba poco la cuenta del registro. Estaba en una búsqueda para encontrarse a sí mismo, y además, ya sabía cómo esto terminaba.

Paso a través del campo de ángeles, agradecido por el tiempo que llevaba gritar todas las opciones. Tenía que darse cuenta de su propio yo antes de que se elevara fuera de las masas, y dijera las ingenuas palabras que había estado pagando desde entonces.

Hubo conmoción en la Pradera – susurros y luces parpadeando, un gruñido de un bajo trueno. Daniel no había oído el nombre llamado, no había visto al ángel flotando para declarar su elección. Se abrió paso a empujones a través de las almas de delante de él para obtener una mejor vista.

Roland. Se inclinó ante el Trono. "Con todo respeto, no estoy listo para elegir." Miró hacia el Trono, pero hizo un gesto a Lucifer. "Estas perdiendo a un hijo hoy, y todos nosotros estamos perdiendo a un hermano. Muchos más, al parecer, lo seguirán. Por favor, no entres a la ligera en esta oscura decisión. No obligues a nuestra familia a separarse. "

Daniel lloro al ver el alma de Roland – el ángel de la poesía y la música, el hermano de Daniel y su amigo - suplicando al cielo blanco.

"Estás equivocado, Roland," el Trono proclamo. "Y al desafiarme, has hecho tu elección. Dale la bienvenida a tu lado, Lucifer. "

"¡No!" Gritó Arriane, y voló fuera del centro de brillantez para flotar junto a Roland. "Por favor, ¡sólo dale tiempo para comprender lo que su decisión significa!”

"La decisión ha sido tomada", fue todo lo que el Trono dijo en respuesta. "Puedo decir lo que hay en su alma, a pesar de sus palabras – ya ha elegido. "

Un alma se rozo contra la de Daniel. Caliente y espectacular, y reconocible al instante.

Cam.

"¿Qué eres?", Susurró Cam. Sintió innatamente que algo era diferente en Daniel, pero no había manera de explicar quién era realmente Daniel a un ángel que nunca había dejado el cielo, quien no tenía ni idea de lo que estaba por venir.

"Hermano, no te preocupes", declaró Daniel. "Soy yo".

Cam lo agarro del brazo. "Percibo eso, aunque veo que tampoco eres tú." Movió su cabeza tristemente. "Confío en que estás aquí por una razón. Por favor. ¿Puedes detener que esto suceda? "

"Daniel". El escriba estaba llamando su nombre. "El ángel de los silenciosos vigilantes, los Grigori".

No, todavía no. No había pensado en qué decir, en qué hacer. Daniel estaba destrozado por la cegadora luz de las almas alrededor de el, pero era demasiado tarde. Su yo anterior se elevó lentamente, ni mirando hacia el Trono, ni hacia Lucifer.

En lugar de eso, estaba mirando hacia la brumosa distancia. Mirando, recordó Daniel, hacia ella.

"Con todo respeto, no hare esto. No elegiré el lado de Lucifer, y no elegiré el lado del Cielo”.

Un rugido se elevó desde los campos de ángeles, desde Lucifer, y desde el Trono.

"En lugar de eso, elijo el amor - la cosa que habéis olvidado todos. Elijo el amor y abandono tu guerra. Estás equivocado por llevarnos a esto", dijo Daniel uniformemente a Lucifer. Luego, volviéndose, se dirigió al Trono. "Todo lo que es bueno en el Cielo y en la Tierra nace del amor. Esta guerra no es justa. Esta guerra no es buena. El amor es lo único por lo que vale la pena luchar. "

"Hijo mío", la rica y constante voz resonó desde el Trono. "No lo entiendes. Me estoy manteniendo firme en mi exclusión por amor - amo a todas mis creaciones”.

"No," dijo Daniel en voz baja. "Esta guerra es por orgullo. Destiérrame, si es necesario. Si ese es mi destino, me entrego a él, pero no a ti. "

La risa de Lucifer fue un eructo fétido. "Tienes el coraje de un dios, pero la mente de un mortal adolescente. Y tu castigo será el de un adolescente. “Lucifer puso su mano a un lado. "El Infierno no lo tendrá."

"Y ya ha dejado claro su decisión de abandonar el Cielo", se oyó la decepcionada voz desde el Trono. "Como con todos mis hijos, veo lo que hay en tu alma. Pero no sé ahora lo qué te sucederá, Daniel, ni a tu amor. "

"No tendrá su amor", gritó Lucifer.

"¿Entonces tienes algo que proponer, Lucifer?", Preguntó el Trono.

"Un ejemplo se debe hacer." Lucifer se enfureció. "¿No puedes verlo? ¡El amor del que habla es destructivo!" Lucifer sonrió mientras las semillas de su acto más malvado comenzaban a brotar. "¡Así que destruyamos a los amantes y no al resto de nosotros! ¡Ella morirá! "

Gritos de asombro desde los ángeles. Era imposible, la última cosa que alguien se esperaba.

"Morirá siempre y para siempre", continuó Lucifer, su voz cargada de veneno. "Nunca pasara de la adolescencia - morirá una y otra vez y otra vez, en el preciso momento en que recuerde tu elección. De modo que nunca estaréis verdaderamente juntos. Ese será su castigo. Y en cuanto a ti, Daniel-"

"Eso es suficiente", dijo el Trono. "Si Daniel decide mantener su decisión, lo que propones Lucifer, será castigo suficiente. "Hubo una larga y tensa pausa. "Entiende: No deseo esto a ninguno de mis hijos, pero Lucifer tiene razón: Un ejemplo debe ser hecho”
.
Este era el momento en que tenía que pasar, la posibilidad de Daniel de abrir una brecha en la maldición. Con valentía, voló hacia arriba en la Pradera para flotar al lado de su yo anterior. Ahora era el momento de cambiar las cosas, para alterar el pasado. 

"¿Qué es esta duplicidad?" Lucifer se enfado. Sus nuevos ojos rojos se estrecharon hacia los dos Daniels.

La multitud de ángeles de abajo de Daniel brillo con confusión. Su yo anterior lo miró con asombro. "¿Por qué estás aquí? ", susurró.

Daniel no espero a que alguien le preguntara más, ni siquiera espero a que Lucifer se sentara o a que el Trono se recuperara de esta sorpresa.

"He venido desde nuestro futuro, de milenios de tu castigo-"

El repentino desconcierto de los ángeles era palpable en el calor que enviaban sus almas. Por supuesto, esto estaba más allá de cualquier cosa que ellos pudieran imaginar. Daniel no podía ver el Trono con la claridad suficiente para decir el efecto que su regreso tuvo en el, pero el alma de Lucifer brillaba al rojo vivo con rabia. Daniel se obligo a continuar:

"Vengo aquí para pedir clemencia. Si debemos ser castigados - y mi Maestro, no cuestiono tu decisión - por favor al menos recuerde que una de las grandes características de tu poder es tu misericordia, la cual es misteriosa y grande y nos humilla a todos. "

"¿Misericordia?", Exclamó Lucifer. "¿Después del tamaño de tu traición? ¿Y haces a tu propio futuro arrepentirse de su elección? "

Daniel negó con la cabeza. "Mi alma es vieja, pero mi corazón es joven", dijo, mirando a su yo anterior, quien parecía aturdido. Luego miró al alma de su amada, bella y ardiendo brillante. "No puedo ser de otra manera de lo que soy, y soy las opciones de todos mis días. Las mantengo. "

"La elección está hecha", dijeron los Daniels al unísono.

"Entonces mantenemos el castigo impuesto", proclamó el Trono.

La gran luz se estremeció, y por un largo momento de absoluto silencio, Daniel se preguntó si había tenido razón al presentarse después de todo.

Entonces, por fin: "Pero te concederemos tu petición de clemencia."

"¡No!", Exclamó Lucifer. "¡El Cielo no es la única parte perjudicada!"

"¡Silencio!" La voz del trono se hizo más fuerte a medida que hablaba. Sonaba cansada y dolorida, y menos segura de lo que Daniel se hubiera imaginado posible. "Si un día su alma llega al mundo sin el peso del sacramento, habiendo elegido un lado para ella, entonces ella será libre para crecer y elegir por sí misma, para recrear este momento. Para escapar del castigo ordenado. Y al hacerlo, para poner fin a la prueba de este amor que reclamas y reemplaza los derechos del Cielo y de la familia, su elección será entonces tu redención o el sello final de tu castigo. Eso es todo lo que se puede hacer. "

Daniel se inclinó, y su propio pasado, se inclinó a su lado.

"¡No puedo tolerar esto!", Gritó Lucifer. "¡Nunca deberían! Nunca-"

"Ya está hecho", tronó la Voz, como si hubiera llegado a su capacidad de misericordia. "No tolerare que discutas conmigo sobre esto o sobre cualquier otro asunto. Vete, y todos aquellos que hayan elegido el mal o no hayan elegido en absoluto. ¡Las Puertas del Cielo están cerradas para vosotros! "

Algo parpadeó. La luz más brillante de todas de repente se había ido.

El Cielo se volvió oscuro y mortalmente frio.

Los ángeles jadearon y se estremecieron, acurrucándose más cerca.

Luego: el silencio.

Nadie se movió, y nadie hablo.

Lo que pasó después era inimaginable, incluso para Daniel, que ya había sido testigo de todo esto una vez antes.

El cielo de debajo de ellos se estremeció y el blanco lago se reboso, enviando una ardiente oleada de vapor de aguas blancas anegando todo. La Huerta del Conocimiento y la Arboleda de la Vida cayó la una sobre la otra, y todo el Cielo se sacudió mientras se estremecían hasta la muerte.

Un rayo plateado crujió delante del Trono y golpeó el extremo oeste de la Pradera. El terreno nuboso bullía en la oscuridad, y un foso de la más oscura desesperación se abrió como un sumidero justo debajo de Lucifer. Con toda su impotente rabia, él y los ángeles más cercanos a él - se desvanecieron.

En cuanto a los ángeles que todavía tenían que elegir, ellos también perdieron sus adquisiciones en las llanuras del Cielo y se deslizaron en el abismo. Gabbe era una de ellas; Arriane y Cam, también, al igual que los otros más apreciados por su corazón - los daños colaterales de la elección de Daniel. Incluso su propio pasado, con los ojos de par en par, fue arrastrado hacia el agujero negro del Cielo y desapareció en su interior.

Una vez más, Daniel no pudo hacer nada para evitar que sucediera.

Sabía que una fuga de nueve días de caer siempre hacia abajo se mantenía entre los caídos y el momento en que llegarían a la Tierra. Nueve días que no podía permitirse gastar no encontrándola. Se lanzó hacia el abismo.

En el borde de la nada, Daniel miro hacia abajo y vio una mancha de brillantez, más lejana que la cosa más lejana que se podía imaginar. No era un ángel, sino una bestia con grandes alas negras, más oscuras que la noche. Y estaba volando hacia él, moviéndose hacia arriba. ¿Cómo?

Daniel acababa de ver a Lucifer en el Juicio allá arriba. Había caído el primero y debería estar muy por debajo. Sin embargo, no podía ser nadie más. La visión de Daniel se centró repentinamente y sus alas ardían con cada sacudida cuando se dio cuenta que la bestia estaba llevando a alguien escondida debajo de su ala.

"Lucinda", gritó, pero la bestia ya había caído sobre ella.

Todo su mundo se detuvo.

Daniel no vio donde se fue Lucifer después de eso porque estaba sumergiéndose a través del cielo hacia Luce. La llama de su alma era tan brillante y tan familiar. Se lanzo hacia adelante, con sus alas pegadas cerca de su cuerpo para que cayera más rápido de lo que pareciera posible, tan rápido que el mundo a su alrededor se volvió borroso. Extendió su mano y –

Ella aterrizo en sus brazos.

Inmediatamente, sus alas tiraron hacia adelante, haciendo un escudo protector alrededor de ella. Parecía sorprendida en primer lugar, como si acabara de despertar de un sueño terrible, y miró fijamente hacia sus ojos, dejando escapar todo el aire en sus pulmones. Le tocó la mejilla, le pasó sus dedos por los hormigueantes bordes de sus alas.

"Por fin". Sopló sobre ella, encontrando sus labios.

"Me encontraste", susurró.

"Siempre".

Justo debajo de ellos, la masa de ángeles caídos se iluminó en el cielo como un millar de estrellas brillantes. Todos parecían unidos por la atracción de alguna fuerza invisible, adhiriéndolos los unos a los otros durante la larga caída del Cielo. Fue trágico y sobrecogedor. Por un momento, todos ellos parecían zumbar y arder con una hermosa perfección. Mientras él y Luce miraban, un rayo de luz negra paso por el cielo y pareció rodear la masa luminosa de la caída.

Entonces todo menos Luce y Daniel se volvió absolutamente oscuro. Como si todos los ángeles, todos a la misma vez, se hubieran caído por un bolsillo del cielo.

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