martes, 12 de julio de 2011

capitulo 6- passion laurent kate

Capitulo 6

La mujer en blanco


Traducción SOS por: Susanauribe y Selito




HELSTON, INGLATERRA

JUNIO 18, 1854

Para el momento que Daniel llegó a Helston, él estaba molesto.

Él reconoció el escenario de una vez, tan como la Anunciadora lo expulsó solo en los bancos de guijarros del Loe. El lago estaba quieto, reflejando grandes mechones de nubes de color rosa en el cielo de la tarde. Sobresaltado por su repentina aparición, un par de martines pescadores se apartaron por el campo de tréboles y vinieron a descansar en un árbol de páramo torcido junto a la carretera principal. La carretera guiaba, él lo sabía, a la pequeña ciudad dónde él había pasado un verano con Lucinda.

Estar parado otra vez en esta rica verde tierra tocó un lugar sensible dentro de él. Tanto como él había trabajado para cerrar cada puerta de su pasado, tanto como él se había esforzado por ir más allá de cada uno de sus desgarradoras muertes, algunas importaban más que otras. Le sorprendió la claridad con la que aún él seguía recordando su tiempo en el Sur de Inglaterra.

Pero Daniel no estaba aquí en vacaciones. Él no estaba aquí para enamorarse de la hermosa hija del comerciante de cobre. Él estaba aquí para detener a una chica temeraria de perderse en los oscuros momentos de su pasado que la había matado. Él estaba aquí para ayudarla a deshacer la maldición de una vez por todas.

Él empezó la larga caminata hacia la ciudad.

Era una perezosa tarde de verano en Helston. Fuera en la calle, muchachas en sombreros y en vestidos de encaje hablaban en suaves y educadas voces a los hombres con trajes que sostenían sus brazos. Parejas paraban frente a las ventanas de las tiendas. Que se quedaban para hablar con sus vecinos. Paraban en las esquinas de la calle y les tomaba diez minutos despedirse.

Todo sobre estas personas, desde su atuendo con el ritmo de paseo, era tan irritantemente lento.
Daniel no podía sentir más en desacuerdo con los transeúntes en la calle.

Sus alas, escondidas bajo su abrigo, ardían con impaciencia mientras él pasaba entre las personas.

Éste era el único a prueba de fallo lugar donde él sabía que podía encontrar a Lucinda, ella visitó la glorieta en el jardín trasero de su patrón casi todas las noches después del anochecer. Pero donde él debía encontrar a Lucinda, la única esperando entre Anunciadoras, la que él necesitaba encontrar, no había modo de saberlo.

Las otras dos vidas Luce había tropezando en hacer algún sentido para Daniel. En el gran plan ellos eran…anomalías. Momentos pasados cuando ella había estado a punto de desentrañar la verdad de su maldición antes de morir. Pero él no podía descubrir porqué la Anunciadora lo había traído aquí.

Incluso su muerte había sido privada, solo entre ellos dos. Una vez, Gabbe había usado la palabra respetable para describir en el fin de Lucinda en Helston. La muerte, al menos, había sido su sufrimiento solitario.

No, nada tenía sentido sobre el accidente de ella revisitando ésta vida, lo que significa que ella podía estar en cualquier lugar en hamlet.

--Por qué, Sr. Grigori—una vibrante voz llamó desde la calle--. Que esplendida sorpresa encontrarlo aquí en la ciudad.

Una mujer rubia en un largo vestido azul estampo se paró antes de Daniel, tomándolo completamente por sorpresa. Ella sostuvo la mano de un rechoncho y pecoso chico de dieciocho años que parecía miserable en una chaqueta color crema con una mancha debajo del cuello.

Por fin se dio cuenta de Daniel: la señora Holcombe y su talentoso hijo Edward, a quién había dado clases de dibujo por unas dolorosas semanas en Helston.

--Hola, Edward—Daniel se inclinó para estrechar la mano del pequeño chico, luego se inclinó a su madre--. Señora Holcombe.

Hasta ese momento, Daniel le había dado poca importancia a su vestuario mientras se movía en el tiempo. A él no le importaba lo que alguien en la calle pensara de su moderno pantalón gris o si el corte de su camisa Oxford blanca lucía extraña comparada con cualquier otro hombre en la ciudad. Pero si él iba a moverse entre personas que entre personas que en verdad sabían lo que él usaba doscientos años atrás él hubiera usado los de hace dos días para los padres de Luce. Acción de Gracias, palabra que podría viajar alrededor.

Daniel no quería traer ninguna atención hacia él. Nada podía interponerse en la vía de encontrar a Luce. Él simplemente tendría que encontrar algo más que vestir. No es que los Holcombes notaron. Afortunadamente Daniel había vuelto en momento donde él era conocido por ser un “excéntrico” artista.

--Edward, muéstrale al Sr. Grigori lo que Mami te acaba de comprar—La señora Holcombre dijo, suavizando el rebelde pelo de su hijo.

El chico a regañadientes produjo un pequeño kit de pintura de cartera. Cinco recipiente de vidrio de oleo para pintar y un largo cepillo con mango rojo.

Daniel hizo los cumplidos necesarios, sobre como Edward era un pequeño chico muy afortunado, uno muy talentoso ahora que tenía las herramientas apropiadas, mientras trataba de no ser obvio mirando más allá de la manera más rápida de la conversación.

--Edward es un chico muy regalado—La señora Holcombe insistió, agarrando el brazo de Daniel--. El problema es, él encuentras tus lecciones de dibujo un poco menos emocionante de que lo un chico de su edad espera. Es por eso que pienso que un pintor más apropiado puede permitirlo hacer esto por sí mismo. Una musa. ¿Me entiende, Sr. Grigori?

--Si, Si, claro—Daniel la cortó--. Dele lo que sea que lo haga querer pintar. Un plan brillante—un frío se extendió por él y congeló las palabras en su garganta.

Cam acababa de salir en un pub del frente.

Por un momento, se movió con enojo. Él había sido lo suficientemente claro en que él no quería ayuda de otros. Sus manos se tensaron en puños, y él dio un paso hacia Cam, pero luego-.Por supuesto. Éste era el Cam de la era de Helston. Y por la manera que se veía, Cam estaba teniendo el mejor momento de su vida en sus pantalones a rayas degradados y un sombrero para fumar Victoriano. Su pelo negro era largo, cayendo sobre sus hombros. Él se recostó contra la puerta del pub, bromeando con otros tres hombres. Él no había visto a Daniel aún. Tan pronto como lo hiciera, él dejaría de reír. Desde el principio, Cam había viajado por las Anunciadoras más que cualquiera ángel caído. Él era un experto en formas que Daniel nunca sería: era un regalo de esos que había lanzado Lucifer, tenía un talento para viajar por las sombras del pasado.

Una mirada a Daniel le diría a éste Cam Victoriana que su rival era un Anacronismo. Un hombre sin tiempo

Cam se daría cuenta de que algo importante estaría pasando. Entonces Daniel no sería capaz de sacudirlo.

"Es usted muy generoso, Sr. Grigori." La señora Holcombe seguía parloteando, todavía tenía agarrado a Daniel por la manga de su camisa.

La cabeza de Cam comenzó a girar en su dirección.

"Esto es insignificante." Las palabras salieron apresuradas de Daniel. "Ahora, si me disculpa" —él le cruzó los dedos sueltos — "Yo sólo tengo que... comprar algo de ropa nueva."

Hizo una reverencia y salió rápidamente por la puerta de la tienda más cercana.

"Sr. Grigori—" la señora Holcombe estaba prácticamente gritando su nombre.
Silenciosamente, Daniel la maldijo, y pretendiendo que estaba fuera del alcance de su oído, sólo hizo a ella llamarlo más fuerte. "Pero esta es su costurera, Sr. Grigori!", ella gritó, haciendo una bocina con las manos sobre su boca.

Daniel ya estaba dentro. La puerta de cristal de la tienda se cerró tras él, la campana estaba vinculada al sonido de la bisagra. Podía ocultarse aquí, al menos por unos minutos, con la esperanza de que Cam no lo hubiera visto o escuchado la voz chillona la señora de Holcombe.

La tienda estaba tranquila y olía a lavanda. Los ostentosos zapatos de tacón habían desgastado los pisos de madera, y las estanterías a lo largo de las paredes estaban apiladas hasta el techo con bultos de coloridas telas. Daniel bajó la cortina de encaje sobre la ventana para que fuera menos visible desde la calle. Cuando giró, él alcanzó a ver en el espejo a otra persona en la tienda.

Se tragó un gemido de alivio de la sorpresa.

Él la había encontrado.

Luce estaba probándose un vestido largo de muselina blanca. Su alto cuello sujetado con una cinta amarilla, atrayendo el increíble color avellana de sus ojos. Su cabello estaba recogido a un lado, sujetado con un prendedor de perlas florales. Ella siguió jugando con la forma en la manga cayendo sobre sus hombros mientras estaba de pie, examinándose desde todos los ángulos como podía en el espejo. Daniel adoraba todos ellos.

Quería estar allí, admirándola por siempre, pero luego él mismo se recordó. Caminó hacia ella y la agarró por el brazo.

"Esto ha ido demasiado lejos." Incluso mientras hablaba, Daniel se sintió superado por la deliciosa sensación de su piel contra su mano. La última vez que él la había tocado fue la noche en que pensaba que la había perdido por los Desterrados. "¿Tienes alguna idea del susto me has dado? No estás a salvo aquí en tu camino ", dijo.

Luce no comenzó a discutir con Daniel, como él lo esperaba. En cambio, ella gritó y le dio una cachetada en la elegante cara.

Porque ella no era Luce. Ella era Lucinda.

Y, lo que era peor, ellos ni siquiera se habían conocido aún en esta vida. Ella tenía que acabar de regresar de Londres con su familia. Ella y Daniel deberían haber estado a punto de conocerse en la fiesta de la Constance en la fiesta de solsticio de verano.

El podía ver todo eso ahora mientras el impacto se registraba en el rostro de Lucinda.

"¿Qué día es hoy?", Él preguntó desesperado.

Ella pensaría que estaba loco. Mientras atravesaba la habitación, él había estado demasiado enamorado para notar la diferencia entre la chica que se había perdido y la niña que tenía que salvar.

"Lo siento", susurró. Esto era exactamente el por qué él era tan terrible como un anacronismo. Él se perdió completamente en las pequeñas cosas. En el toque de su piel. En una mirada en sus profundos ojos color avellana. En un soplo del perfumado polvo de su largo cabello. En una respiración compartida en el reducido espacio de esta pequeña tienda.

Lucinda hizo una mueca mientras miraba hacia su mejilla. En el espejo, estaba de color rojo brillante, donde ella lo había abofeteado. Los ojos de ella viajaron para encontrarse con los suyos— y su corazón se sentía como si hubiera cedido. Sus labios rosas se separaron e inclinó su cabeza ligeramente a la derecha. Ella lo miraba como una mujer profundamente enamorada.

No.

Había una manera en la que tenía que suceder. Una forma en la que tenía que pasar. No se suponía que se conocerían hasta la fiesta. Por mucho que Daniel maldijo su suerte, no alteraría la vida que ella había vivido antes. Ellos eran los que lo hacían volver a él.

Trató de mirar como desinteresado y tan enojadamente posible. Cruzando los brazos sobre el pecho, cambiando su peso para crear más espacio entre ellos, manteniendo sus ojos en todas partes pero no donde ellos querían estar. Sobre ella.

"Lo siento", dijo Lucinda, presionando sus manos sobre su corazón. "No sé qué me pasó. Nunca he hecho algo como esto..."

Daniel no iba a discutir con ella ahora, a pesar de que ella lo había abofeteado tantas veces en los últimos años que Arriane llevaba la cuenta en una pequeña libreta etiquetada Tú eres Descarado.

"Mi error", él dijo rápidamente. "Yo—Yo creía que eras otra persona." Ya había interferido mucho en el pasado, primero con Lucia en Milán, y ahora aquí. Él comenzó a retroceder.

"Espera." Ella llegó a él. Sus ojos eran encantadores orbes color avellana a la luz empujándolo de nuevo. "Siento casi como si nos conociéramos entre sí, aunque no lo recuerdo bien –"

"No lo creo, me temo."

Él había llegado a la puerta para entonces, y estaba separado por la cortina de la ventana para ver si todavía afuera estaba Cam. Él estaba.

Cam estaba de regreso en la tienda, y estaba haciendo animados gestos, contando una historia fabricada en la que seguramente era el héroe. Él podía girar a la menor provocación. Entonces Daniel sería capturado.

"Por favor, señor—deténgase." Lucinda corrió hacia Daniel. "¿Quién eres? Creo que te conozco. Por favor. Espera".

Él tendría que arriesgarse en la calle. No podía quedarse aquí con Lucinda. No cuando ella estaba actuando de esta manera. No cuando ella se enamora de una mala versión de sí mismo. Él había vivido esta vida antes, y esto no era lo que había pasado. Así que tuvo que huir.

Eso causó la muerte de Daniel al ignorarla, dejar ir a Lucinda, cuando todo en su alma le decía que regresara y volara de vuelta hacia el sonido de su voz, hacia el abrazo de sus brazos y al calor de sus labios, al fascinante poder de su amor.

Tiró la puerta de la tienda abierta y huyó bajando por la calle, corriendo hacia la puesta del sol, corriendo por todo lo que valía la pena. No le importaba en absoluto que luciera como ninguna otra persona en la ciudad. Él se estaba quedando sin fuego en sus alas.

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