jueves, 21 de julio de 2011

capitulo 19

Diecinueve


Ataduras mortales
Memphis Egipto•Peret* "La temporada de siembra"
(Otoño, aproximadamente 3100 A.D.C*)


Traducido por DaRk Bass


—Allí estas —grito una voz mientras Luce cruzaba el umbral del mensajero— Me gustaría mi vino. En una bandeja. Y trae mis perros. No… mis leones… No. Ambos.
Entro en una gran habitación blanca con paredes de alabastro y gruesas columnas que sostenían un techo alto. Un ligero aroma a carne asada estaba en el aire. La habitación estaba vacía excepto por una plataforma alta al otro extremo cubierta con piel de antílope. Sobre este había un colosal trono, tallado en mármol, acolchado con almohadas de felpa color verde esmeralda y adornado en la espalda con un una cresta de colmillos de marfil entrelazados.
El hombre en el trono —con sus ojos delineados, el pecho desnudo, dientes de oro, los dedos llenos de joyas y una torre de cabello de ébano— le estaba hablando. Se había alejado de un escriba de labios finos y ahora los dos hombre miraban a Luce.
Ella aclaro su garganta. —Si, Faraón —Bill susurro en su oído— solo di, SI FARAON.
—¡Si Faraón! —Grito Luce a través de la interminable cámara.
—Bien —Bill dijo— ¡ahora lárgate!
Agachándose de vuelta hacia una puerta en sobras, Luce se encontró en un patio interior que rodeaba un estanque. El aire estaba frio, pero el sol era fuerte, quemando las macetas de las flores de loto que rodeaban el camino.
El patio era enorme, pero extrañamente, Luce y Bill lo tenían todo para ellos.
—Hay algo extraño en este lugar ¿cierto? —Luce se quedo cerca de las paredes— El Faraón no pareció alarmado al verme aparecer de la nada.
—Es demasiado importante como para ser molestado por gente insignificante. Vio un movimiento en su visión periférica y dedujo que alguien estaba ahí para mandarlo. Eso fue todo. Explica porque tampoco pareció perturbado porque estuvieras usando un traje de batalla chino proveniente de dos mil años en el futuro —dijo Bill chasqueando sus dedos de piedra, apunto hacia un lugar sombreado en la esquina del patio.
—Espera ahí y volveré con algo más a la moda para usar. —Antes que Luce pudiera quitarse la engorrosa armadura del rey Shang, Bill estaba de vuelta con un simple vestido blanco Egipcio.
El la ayudo a quitarse su ropa de cuero y deslizo el vestido sobre su cabeza. Cubría un solo hombro, se amarraba alrededor de la cintura, y disminuía a una falda estrecha terminando unos centímetros arriba de sus tobillos.
—¿No olvidas algo? —Bill dijo con una extraña intensidad
—Oh —Luce busco dentro de la armadura de Shang por la estrella fugaz. Cuando la saco se sentía mucho más pesada , de lo que sabía que era.
—¡No toques el punto! —dijo Bill rápidamente, envolviéndola en la tela y atándola— aun no.
—Pensé que solo podía herir ángeles. —Ella inclino la cabeza, recordando la batalla contra los relegados recordando como la flecha rebotaba del brazo de Callie sin ningún rasguño, recordando a Daniel decirle que se quedara lejos del alcance de la flecha.
—Quien te conto eso no te dijo, oda la verdad —dijo Bill— Solo afecta a los inmortales. Tienes una parte de ti que es inmortal —la parte maldita, tu alma— esa es la parte que vas a matar aquí ¿recuerdas? Para que tu yo mortal, Lucinda Price, pueda seguir y vivir una vida normal.
—Si mato mi alma —Luce dijo, asegurando la estrella fugaz e su nuevo vestido. Incluso a través de la gruesa tela, estaba caliente al tacto— Aun no lo he decidido…
—Pensé que estábamos de acuerdo —Bill trago saliva.
—Las estrellas fugaces son muy valiosas. No te la hubiera dado a menos que…
—Solo vamos a encontrar a Laya.
No solo era el extraño silencio lo que era inquietante. Algo parecía extraño entre Luce y Bill. Desde que él le había dado la flecha de plata, estaban tensos alrededor del otro.
Bill tomo una respiración profunda. —De acuerdo antiguo Egipto. Este es el primer periodo dinástico en la ciudad capital de Memphis. Estamos bastante atrás, alrededor de cinco mil años antes que Luce Price honrara el mundo con su magnífica presencia.
Luce rodo los ojos. —¿Dónde está mi antigua yo?
—¿Por qué siquiera me molesto con las lecciones de historia? —dijo Bill a un público imaginario— todo lo que ella quiere saber es donde está su antigua yo. Tan egocéntrica, es repugnante.
Luce cruzo los brazos. —Si vas a matar tu alma, pienso que deberías terminarlo de una vez por todas, antes que tengas la oportunidad de cambiar de idea.
—¿Por lo que ahora tu eres el que decide?
Bill sonó un poco sin aliento. —Oh, vamos Luce, esta es nuestra última actuación juntos. Pensé que te gustaría conocer los detalles, ¿por los viejos tiempos? Tu vida aquí fue una de las más románticas de todas —se agacho sobre su hombro, en el modo de contar historias— Eras una esclava llamada Layla, asilada, solitaria —nunca habías ido mas allá de los muros del palacio. Hasta que un día, en medio de un paseo te encontraste al nuevo y atractivo comandante del ejército… ¿adivinas quien?
Bill se cernió a su lado mientras Luce dejaba la armadura y se dirigía lentamente a lo largo del borde de la piscina.
—Tú y el apuesto Dankor —solo llamémoslo Don— se enamoraron, y todo es color de rosa, excepto por la cruel realidad: Don está comprometido con la perra hija del Faraón, Auset. Ahora ¿cuan dramático es eso?
Luce suspiro. Siempre había alguna complicación. Una razón más para ponerle fin a todo esto. Daniel no estaría encadenado a un cuerpo material, ni quedaría atrapado en un inútil drama mortal, solo de esa manera le podría estar con Luce. No era justo con él. Daniel había estado sufriendo por demasiado tiempo. Tl ves ella ralamente pudiera terminarlo.
Podría encontrar a Layla y encontrarse con su cuerpo. Luego Bill le diría como matar su alma maldita y ella le daría a Daniel su libertad.
Había estado paseándose por el patio rectangular, meditando. Cuando rodeo la porción de la ruta más cercana a la fuente, unos dedos tomaron su muñeca.
—¡Te atrape! —la chica que había atrapado a Luce, era delgada y musculosa con rasgos sensuales y dramáticos bajo las capas de maquillaje.
Sus orejas estaban perforadas por al menos diez aros de oro, y un pesado pendiente de oro colgando de su cuello, adornada con un kilo de preciosas joyas.
La hija del Faraón.
—Yo… —Luce empezó a decir
—¡No te atrevas a decir una palabra! —Auset ladro— El sonido de tu patética voz es como piedra pómez en mis tímpanos. ¡Guardia!
Un hombre enorme apareció. Tenía una cola de caballo y ante brazos más gruesos que las piernas de Luce. Levaba una larga lanza de madera con una afilada cuchilla de cobre.
—Arréstela —dijo Auset.
—Si, alteza —grito el guardia— ¿Por qué motivos alteza?
La pregunta encendió un peligroso fuego dentro de la hija de Faraón. —Robo, de mi propiedad personal.
—La encarcelare hasta que el consejo decida sobre el asunto.
—Lo hicimos —Auset dijo— y sin embargo aquí esta, como un áspid* capas de liberarse de cualquier cautiverio. Tenemos que encerrarla en algún lugar lejano donde nuca pueda escapar.
—Voy a asignar un guardia permanente.
—No, eso no será suficiente —Algo oscuro cruzo por la cara de Auset— no quiero volver a ver a esta niña de nuevo. Tírenla en la tumba de mi abuelo.
—Pero su alteza, nadie más que el sumo sacerdote está permitido…
—Precisamente Kafele —Auset dijo sonriendo— Tírala por las escaleras de la entrada y cierra la puerta tras de ti. Cuando el sumo sacerdote vaya esta noche a la ceremonia para sellar la tumba, descubría este asaltante de tumbas y la castigara a su antojo.
Ella se acerco a Luce y se burlo. —Descubrirás que le pasa a aquellos que tratan de robar a la familia real.
Don. Quería decir que estaba tratando de robar a Don.
A Luce no le importaba s la encerraban y tiraban la llave mientras tuviera la oportunidad de unirse con Layla primero. De otra manera ¿Cómo podría liberar a Daniel?
Bill se paseaba por el aire, intrigado, con las garras golpeando sus labios de piedra.
El guardia saco un par de billetes de la cartera en su cintura y sujeto las cadenas de hierro sobre las muñecas de Luce.
—La vigilare yo mismo. —Kafele dijo, tirando de ella por una extensión de la cadena.
—¡Bill! —susurro Luce— ¡Tienes que ayudarme!
—Pensaremos en algo —susurro Bill mientras Luce era arrastrada por el patio. Dieron la vuelta en un pasillo oscuro, donde una escultura —mas larga que la vida— de Auset de pie. Lucia sombríamente hermosa.
Cuando Kafele se volvió para mirar a Luce, porque estaba hablando con ella misma, su negro cabello largo cayó sobre su rostro y le dio a Luce una idea.
El nunca lo vio venir. Lucho para subir sus manos esposadas y jalo con fuerza su cabello, arañando su cabeza con las uñas. Grito y se tambaleo hacia atrás, sangrando por un gran arañazo en su cuero cabelludo. Entonces Luce le dio un fuerte codazo en el estomago. El gruño y se doblo, la lanza se escapo de sus manos.
—¿Puedes quitarme los grilletes? —Luce susurro a Bill.
La gárgola movió sus cejas. Un pequeño rayo negro cayó en la cadena y se deshicieron a la nada. La piel de Luce se sentía donde habían estado, pero era libre.
—Huh —dijo mirando brevemente a sus muñecas desnudas. Tomo la lanza del suelo. Se dio la vuelta para pasar la cuchilla por el cuello de Kafele
—Un paso delante de ti —Bill anuncio. Cuando se dio la vuelta Kafele estaba tirado en el suelo con sus muñecas esposadas a los tobillos de la estatua de Auset.
Bill se sacudió las manos. —Trabajo de equipo. —El miro hacia abajo hacia al guardia de cara blanca— Mejor nos apuramos. Encontrara sus cuerdas bucales muy pronto. Ven conmigo.
Bill levo a Luce rápidamente por el pasillo oscuro, por un corto tramo de piedra de arena y por otra sala iluminada por pequeñas lámparas de lata y llena de figuras de barro de halcones e hipopótamos. Un par de guardias se dieron vuelta en el pasillo, pero antes que pudieran ver a Luce, Bill la empujo a través de una puerta cubierta con una cortina de caña.
Se encontró en una habitación con columnas de piedra talladas que lucían como tallos de papiro que crecían a lo largo para tocar un cielo bajo. Una silla de madera con incrustaciones de ébano, se ubicaba junto a la ventana abierta frente a una estrecha cama, que estaba tallada en madera y pintada con tanto oro que brillaba.
—¿Qué hago ahora? —Luce se presiono contra la pared en caso de que cualquiera caminando decidiera echar un vistazo— ¿Dónde estamos?
—Esta es la cámara del comandante —Antes que Luce pudiera juntar las piezas para entender que Bill se refería a Daniel, una mujer abrió la cortina de caña y entro en la habitación.
Luce tembló.
Layla llevaba un vestido blanco con el mismo corte estrecho que Luce usaba. Su pelo era, recto, espeso y brillante. Tenía una peonia blanca detrás de la oreja.
Con una sensación de tristeza, Luce observo como Layla se deslizaba en la vanidad de madera y vertía aceite fresco en la lámpara de un frasco que llevaba en una bandeja de resina color negro.
Esta era a ultima vida que Luce visitaría, el cuerpo del cual ella separaría su alma para que todo esto pudiera terminar. Cuando Layla volvió a llenar las lámparas al lado de la cama. Noto a Luce.
—Hola —dijo en voz baja y ronca— ¿Estas buscando a alguien?
Sus ojos delineados lucían mucho más naturales que el maquillaje de Auset.
—Si, lo estoy —Luce no perdió tiempo.
Justo cuando ella se inclino hacia adelante para agarrar la muñeca de la chica, Layla miro mas allá de ella, hacia la puerta y su rostro se endureció con alarma.
—¿Quién es? —Luce se dio la vuelta y solo vio a Bill. Sus ojos estaban muy abiertos.
—Puedes —ella se quedo boquiabierta ante Layla— ¿Puedes verlo?
—¡No! —dijo Bill— Ella está hablando sobre los pasos que escucha por el pasillo exterior. Es mejor que te apures Luce.
Luce giro hacia atrás y tomo la cálida mano de su antigua yo, golpeando el frasco de aceite contra el piso. Layla se quedo sin alieno y trato de alejarse, pero entonces sucedió.
El sentimiento de un hueco abriéndose en el estomago de Luce fue casi familiar. El mundo giro, y lo único en foco fue la chica frente a ella. Su teñido cabello negro y los ojos con motas doradas, el color de amor fresco en sus mejillas.
Confusa, Luce parpadeo, y Layla parpadeo, y al otro lado del parpadeo…
El suelo se estabilizo. Luce miro hacia abajo a sus manos. Las manos de Layla. Estaban temblando.
Bill se había ido, pero había tenido razón: Se oían pasos en el pasillo.
Ella se agacho para recoger el frasco de aceite y se alejo de la puerta para comenzar a verter el aceite en la lámpara. Era mejor no se vista por nadie haciendo cualquier cosa menos su trabajo
Los pasos detrás de ella se detuvieron. Un cálido toque de manos subió por sus brazos mientras un peco firme se presionaba contra su espalda.
Daniel. Ella poda sentir su presencia sin siquiera darse la vuelta. Cerró los ojos.
Sus brazos se envolvieron alrededor de su cintura y sus suaves labios barrieron su cuello, deteniéndose justo debajo su oreja.
—Te encontré —susurro él.
Se dio vuelta lentamente en sus brazos. La visión de él le quito el aliento. Aun era su Daniel, por supuesto, pero su piel era del color del vivo chocolate caliente y su ondulado cabello negro estaba muy corto. Solo llevaba un corto taparrabos de lino, sandalias de cuero, y una gargantilla de plata en su cuello. Sus profundos ojos violeta, la recorrieron, con alegría.
Layla y el estaban profundamente enamorados.
Ella descanso su mejilla en su pecho y conto los latidos de su corazón ¿esta sería la última vez que haría esto? ¿Qué la sostendría contra su corazón?
Ella iba a hacer lo correcto… Algo bueno para Daniel. Pero aun le dolía pensar en ello. ¡Ella lo amaba! Si este viaje la había enseñado algo, era lo mucho que en verdad amaba a Daniel Grigori. Casi no parecía justo que se viera obligada a tomar esta decisión.
Sin embargo, aquí estaba. En el antiguo Egipto.
Con Daniel, por última vez. Estaba a punto de liberarlo. Sus ojos se llenaron de lagrimas mientras en besaba su cabello.
—No estaba seguro que tuviéramos la oportunidad de despedirnos —dijo el— Me voy esta tarde a la guerra de Nubia.
Cuando Luce levanto la cabeza. Daniel tomo sus húmedas mejillas en sus manos.
—Layla, volveré antes de la cosecha. Por favor no llores. Dentro de poco estarás escabulléndote en la noche hacia mi dormitorio con platos de granadas, como siempre. Lo prometo.
Luce tomo un respiro profundo, estremeciéndose. —Adiós.
—Adiós por ahora. —su rostro se puso serio— dilo: Adiós por ahora.
Ella sacudió la cabeza. —Adiós, mi amor, adiós.
La cortina de caña se separo. Layla y Don se separaron de su abrazo mientras un grupo de guardias con sus lanzas entraban en la habitación. Kafele los dirigía, su rostro estaba oscuro de rabia.
—Tomen a la chica —dijo el apuntando hacia Luce.
—¿Qué está pasando? —Daniel grito mientras los guardias rodeaban a Luce y encadenaban sus manos— Les ordeno que se detengan. Desátenla.
—Lo siento comandante —Kafele dijo— Ordenes del Faraón. Ya debería saber a estas alturas, que cuando la hija del Faraón no está satisfecha, el Faraón no está satisfecho.
Se marcharon alejando a Luce mientras Daniel gritaba. —¡Vendré por ti Layla! ¡Te encontrare!
Luce sabia que lo haría ¿No era así como siempre funcionaba? Se conocían, ella se metía en problemas y el aparecía y salvaba el día. Año tras año a través de la eternidad. El ángel caía en picada al último minuto para rescatarla. Era agotador pensar en ello.
Pero esta vez cuando llego allí, tendría a la estrella fugaz esperando. El pensamiento envió un crudo dolor a través de su estomago. Un poso de lágrimas broto dentro de ella de nuevo, pero resistió. Al menos había conseguido decir adiós.
Los guardias la condujeron por una serie de interminables pasillos y afuera en el abrasador sol. Marcharon por las calles hechas de irregulares losas de piedra, hacia una monumental puerta de arco y pasaron pequeñas casas de piedra y relucientes tierras de siembra a la salida de la cuidad.
Estaban arrastrándola hacia una enorme colina de oro. Solo al acercarse Luce se dio cuenta que era una estructura artificial. La necrópolis, se dio cuenta al mismo tiempo que l mente de Layla se revolvía en confusión.
Todos los egipcios sabían que esta era a tumba de el ultimo Faraón, Meni. Nadie, excepto unos pocos de los sacerdotes —y el muerto— se atrevían a acercarse al lugar donde los cuerpos reales eran enterrados. Estaba sellada con hechizos y encantamientos, algunos para guiar al muerto hacia la otra vida, y otros para protegerse de cualquier ser vivo que se atreviera a acercarse.
Incluso los guardias arrastrándola parecían nerviosos cuando se acercaron.
Pronto estaban entrando en una tumba en forma de pirámide hecha de ladrillos de barro cocido. Todos menos dos de los guardias mas rudos, permanecieron a fuera de la entrada.
Kafele empujo a Luce por una puerta oscura y por un tramo aun mas oscuro de escaleras. El otro guardia los siguió, llevando una antorcha para iluminar su camino.
La luz de la antorcha parpadeaba, en las paredes de piedra. Estaban pintadas con Jeroglíficos y de voz en cuando los ojos de Layla atrapaban pedazos de oraciones a Tait, la diosa del tejido, pidiéndole ayuda para que el alma del faraón se mantuviera en una sola pieza durante su viaje al mas allá.
Cada pocos pasos pasaban puertas falsas —profundos recovecos en las paredes—. Algunas de ellas, Luce, se dio cuenta, habían sido entradas a los lugares de descanso final de los miembros de la familia real. Ahora estaban selladas con piedra y grava, para que ningún mortal pudiera pasar.
Su camino se volvió mas frio y oscuro. El aire se volvió pesado con el desvanecido moho de la muerte, cuando se acercaron a la puerta abierta al final del pasillo, el guardia con la antorcha no iría más lejos.
—No seré maldecido por los dioses por esta niña insolente. —Así que Kafele, se encargo. El lucho al lado del cerrojo que cubría la puerta, y un fuerte olor a vinagre se disperso, envenenando el aire.
—¿Crees que ahora tienes alguna esperanza de escapar? —pregunto, liberando sus muñecas de los grilletes y empujándola adentro.
—Si —se susurro así misma mientras la pesada puerta de piedra se cerraba detrás de ella y el cerrojo hizo un ruido sordo de nuevo en su lugar— Solo una.
Estaba sola en la oscuridad total y el frio se clavo en su piel. Entonces algo sonó —piedra contra piedra, tan reconocible— y una pequeña luz dorada floreció en el centro de la habitación. Estaba sostenida entre las dos manos de piedra de Bill.
—Hola, hola —Flotando a un lado de la habitación, echo la bola de fuego en sus manos en una opulente lámpara de piedra pintada de morado y verde.
—Nos encontramos de nuevo. —Mientras los ojos de Luce se ajustaban, lo primero que vio fue la escritura en las paredes: estaban pintadas con los mismos jeroglíficos del pasillo, solo que esta vez eran oraciones al faraón. No decaiga, no se deteriore, pase a las estrellas imperecederas habían cofres que no se cerraban porque se desbordaban con monedas de oro y brillantes gemas color naranja. Una enorme colección de obeliscos se extendía frente a ella. Por lo menos diez perros y gatos embalsamados parecían mirarla.
La cámara era enorme. Rodeo un conjunto de muebles de dormitorio, que se completaba con un tocador donde se apilaban con cosméticos Había una paleta de ofrendas con dos serpientes talladas en su cara. Los cuellos intercalados, creaban un hueco en la piedra negra que formaba la sombra de un brillante ojo azul.
Bill vio a Luce, recogerlo. —Va a ser uno de los que mejor luzca en el mas allá .

Estaba sentado encima de la cabeza de una escultura sorprendentemente parecida al Faraón anterior. La mente de Layla le dijo a Luce que esta escultura representaba al Faraón Ska, su alma, y velaría por la tumba del faraón momificado detrás ante él. En el interior del sarcófago de piedra caliza habían unos ataúdes de madera, dentro del más pequeño de ellos: El faraón embalsamado.
—Ten cuidado. —Bill dijo. Luce no se había dado cuenta que estaba descansando sus manos en un pequeño cofre de madera—. Eso contiene las entrañas del faraón.
Luce se alejo y deslizo la estrella fugaz de su vestido. Cuando la tomo, su eje calentó sus manos. —¿Esto realmente va a funcionar?
—Si prestas atención y haces lo que digo —Bill dijo—. Ahora, el alma reside en el centro de tu ser. Para alcanzarla debes dirigir la hoja precisamente por la mitad de tu pecho, justo en el momento crítico, justo en el momento en que Daniel te bese sientas que empiezas a cocinarte. Luego tu, Lucinda Price serás arrojada de tu propio yo, como siempre, pero tu alma maldita estará atrapada en el cuerpo de Layla donde se quemara y desaparecerá.
—Tengo… tengo miedo.
—No lo tengas. Es como quitarte el apéndice. Estas mejor sin el —Bill miro a su vacía muñeca gris—. Por mi reloj. Don llegara aquí en cualquier momento.
Luce sostuvo la flecha plateada para que su hoja apuntara a su pecho. Los diseños grabados hormiguearon bajo sus dedos. Sus manos temblaron nerviosas.
—Estabilízate ahora —La seria llamada de Bill sonaba muy lejos. Luce estaba tratando de poner atención, pero su corazón latía con fuerza en sus oídos. Tenía que hacer esto. Tenía que hacer esto.
Por Daniel. Para liberarlo por el castigo que había tomado solo gracias a ella.
—Tendrás que hacerlo un poco más rápido que eso durante el momento real o Daniel seguramente te detendrá. Un rápido corte en tu alma. Y sentirás como si hubieras perdido algo, un soplo de frio, y luego… ¡bam!
—¡Layla! —Don estaba ante ella. La puerta aun estaba cerrada. ¿de donde había salido?
La estrella fugaz se resbalo de sus manos y cayó al suelo. Ella lo tomo y lo metió de nuevo en su vestido. Bill se había ido. Pero hay estaba Don —Daniel tenia estaba donde ella quería que estuviera.
—¿Qué estás haciendo aquí? —su voz se rompió con la fuerza de tener que actuar sorprendida al verlo. El no pareció escucharla. Corrió hacia ella y la envolvió en sus brazos.
—Salvando tu vida.
—¿Cómo entraste?
—No te preocupes por eso ningún hombre mortal o losa de piedra podrá obstruir un amor tan verdadero como el nuestro. Siempre te encontrare.
En sus brazos desnudos, de bronce, estaba el instinto de Luce para sentirse reconfortada, pero en este momento no podía. Su corazón se sentía frio y roto. Esta fácil felicidad, estos sentimientos de confianza total, cada una de las encantadoras emociones que Daniel le había enseñado a sentir en la vida… ahora eran su tortura.
—No temas —susurro el— Déjame decirte, amor, lo que pasara después de esta vida. Volverás, te levantaras otra vez. Tu renacimiento será hermoso y real. Volverás a mí, una y otra vez…
La luz de la lámpara parpadeo e hizo que brillaran sus ojos violetas. Su cuerpo era tan cálido contra el de ella.
—Pero moriré una y otra vez.
—¿Qué? —el inclino la cabeza. Aun cuando su físico le parecía exótico, conocía su expresión muy bien —esa desconcertada adoración cuando ella expresaba algo que no había esperado que entendiera.
—¿Cómo…? No importa. Lo que importa es que estaremos juntos de nuevo. Siempre nos encontraremos, Siempre nos amaremos, sin importar que. Nunca te dejare.
Luce cayó de rodillas en los escalones de piedra. Escondió el rostro en sus manos.
—No sé cómo puedes soportarlo. Una y otra vez, la misma tristeza…
El la levanto. —El mismo éxtasis…
—El mismo fuego que mata todo…
—La misma pasión que lo enciende todo de nuevo. No lo sabes. No puedes recordar cuan maravilloso…
—Lo he visto. Lo sé.
Ahora tenía su atención. El no estaba seguro si creerle, pero al menos estaba escuchando.
—¿Qué tal si nunca hay esperanza de que alguna vez cambie? —pregunto ella.
—Solo hay esperanza. Un día, vivirás a través de esto. La absoluta verdad que me permite seguir, es que nunca renunciare a ti. Incluso si dura para siempre. —el limpio sus lagrimas con el pulgar—. Te amare con todo mi corazón, en cada vida, a través de cada muerte. No estaré atado a nada más que mi amor por ti.
—Pero es tan difícil ¿no es difícil para ti? ¿no has pensado que pasaría si alguna vez…?
—Algún día nuestro amor vencerá este ciclo de oscuridad. Eso vale todo para mí.
Luce levanto la mirada y vio el amor brillando en sus ojos. El creía lo que estaba diciendo.
No le importaba si sufría una y otra vez, el seguiría adelante, perdiéndola una y otra vez, alentado por la esperanza que algún día este no sería nuestro fin. Sabía que estaba condenado, pero de todos modos lo intentaba una y otra vez, y siempre lo haría.
Su compromiso con ella, con ambos, toco una parte de ella que pensó que había renunciado. Aun así quería discutir: Este Daniel no sabía los desafíos que vendrían en el camino, las lágrimas que derramaría a través del tiempo. No sabía que lo había visto en sus momentos de profunda desesperación, lo que el dolor de sus muertes le había hecho. Pero entonces…
Luce sabia. Y eso haría toda la diferencia en el mundo.
Los momentos mas bajos de Daniel la había aterrorizado, pero las cosas habían cambiado. Desde el principio se había sentido atada a su amor, pero ahora sabia como protegerlo. Ahora que había visto su amor desde ángulos tan diferentes. Lo entendía en una manera que jamás pensó que lo haría.
Si Daniel alguna vez desfalleciera, ella lo reviviría.

Había aprendido como hacerlo del mejor: Daniel. Ahí estaba ella, a punto de matar su alma, a punto de llevarse su amor permanentemente y cinco minutos a solas con él le devolverían la vida.
Algunas personas pasaban toda su vida buscando un amor como este. Luce lo había tenido todo el tiempo. El futuro no tenía una estrella fugaz para ella. Solo Daniel. Su Daniel, el que había dejado en el patio trasero de sus padres en Thunderbolt. Tenía que volver.
—Bésame —susurro ella.
El estaba sentado en las escaleras con las rodillas separadas lo suficiente como para dejar que su cuerpo se deslizara entre ellos. Ella cayó de rodillas y lo miro. Sus frentes se tocaban, las puntas de sus narices también.
Daniel tomo sus manos, parecía querer decirle algo, pero no podía encontrar las palabras.
—Por favor —rogo ella, con sus labios acercándose a los de el—. Bésame, y déjame en libertad.
Daniel se abalanzo sobre ella, tomándola en sus brazos y poniéndola en su regazo para acunarla en sus brazos.
Sus labios encontraron los de ella. Eran tan dulces como el néctar. Ella gimió, mientras una profunda corriente de alegría, fluía a través de ella, en cada centímetro de ella.
La muerte de Layla estaba cerca, lo sabía, pero nunca se sintió mas segura o mas viva de lo que alguna vez se había sentido, cuando Daniel la sostuvo en sus brazos.
Sus manos se entrelazaron detrás de su cuello, sintiendo los firmes nervios de sus hombros, sintiendo las pequeñas cicatrices que protegían sus alas. Sus manos recorrieron su espalda a través de su grueso y largo cabello. Cada cabello fue el éxtasis, cada beso tan maravilloso y puro que la dejo mareada.
—Quédate conmigo —rogo él. Los músculos de su rostro se tensaron, y sus besos se habían vuelto hambrientos, desesperados.
El debió haber sentido calentarse el cuerpo de Luce. El calor creciendo en su núcleo, esparciéndose a través de su pecho y ruborizando sus mejillas. Lagrimas llenaron sus ojos. Lo beso más fuerte. Había pasado tanas veces antes, pero por alguna razón esto se sentía diferente.
Con un ruidoso Woosh el extendió sus alas y luego con destreza las envolvió alrededor de ella, un suave soporte blanco sosteniéndolos rápidamente.
—¿Realmente lo crees? —susurro ella— ¿Qué algún día superaremos esto?
—Con toda mi alma y corazón —dijo él, tomando su cara en sus manos, ajustando mas sus alas a su alrededor.
—Esperare por ti el tiempo que sea necesario. Te amara en cada momento a través del tiempo. Para entonces, Luce, se estaba asando. Grito del dolor, retorciéndose en los brazos de Daniel mientras el dolor la abrumaba. Ella estaba quemando su piel, pero el nunc ala dejo ir.
El momento había llegado. La estrella fugaz estaba en su vestido y ahora —en este momento— fue cuando debió haberla usado. Pero nunca iba a darse por vencida. No con Daniel.
No cuando sabia, que no importaba cuan difícil se pusiera, el nunca renunciaría a ella.
Su piel comenzó a ampollarse. El calor era tan brutal, que no podía hacer más que gritar. Y entonces solo pudo gritar.
Layla combustión, y las llamas envolvieron su cuerpo. Luce sintió que su cuerpo y el alma que estaba lo estaba compartiendo se unían buscando la salida mas rápida del implacable calor. La columna de fuego creció cada vez más grande y ancha hasta que lleno el cuarto y el mundo, hasta que lo fue todos, y Layla no era nada en absoluto.


Luce esperaba oscuridad y encontró luz.
¿Dónde estaba el mensajero? ¿podía ella aun estar dentro de Layla?
El fuego ardía. Y no se extinguía. Las llamas consumían mas y mas de la oscuridad, alcanzando el cielo como si la noche misma fuera inflamable, hasta que llamas ardientes de color rojo y oro era todo lo que Luce podría ver.
Cada vez que uno de sus antiguos yo habían muerto, Luce se libraba de las llamas y entraba al mensajero. Había sido simultáneo. Había algo diferente. Algo la estaba haciendo ver cosas que no podían ser reales.
Alas quemándose.
—¡Daniel! —grito ella. Lo que parecían as alas de Daniel se elevaron a través de ondas de fuego, atrapando las llamas pero sin producir humo, como si estuvieran hechas de fuego. Todo lo que pudo ver, fueron las alas blancas y los ojos violeta.
—¿Daniel?
El incendio se elevo en la oscuridad como una ola gigante en el océano. Se estrello en una orilla invisible y cayo furiosamente sobre Luce, corriendo por su cuerpo, su cabeza, y detrás de ella.
Luego, como si alguien hubiera apagado una vela, se produjo un silbido rápido y todo se volvió negro. Un viento frio se deslizo detrás de ella. La piel de gallina se espacio por todo su cuerpo. Ella se abrazo, levantando sus rodillas y dándose cuenta con un sobresalto de sorpresa que no había suelo que sostuviera sus pies. No estaba volando, exactamente, solo se cernía, sin dirección.
Esta oscuridad no era un mensajero. No había usado la estrella, pero de alguna manera había… ¿muerto?
Tenía miedo, no sabía dónde estaba, solo que estaba sola.
No. Había alguien más. Un sonido chirriante. Una tenue luz gris.
—¡Bill! —Luce grito ante la visión de él, tan aliviada que comenzó a reír— Oh, gracias a Dios, pensé que estaba perdida —pensé— o no importa —tomo una respiración profunda—. No pude hacerlo. No pude matar mi alma. Encontrare otra manera de romper la maldición. Daniel yo no renunciaremos al otro.
Bill estaba lejos, pero flotando hacia ella, haciendo bucles en el aire. Cuanto más se acercaba mas grande parecía, hinchándose hasta que era dos, luego tres, luego diez veces el tamaño de la pequeña gárgola de piedra que había viajado con ello. Entonces la verdadera metamorfosis comenzó: Detrás de sus hombros, un par grueso de alas negro azabache estallo, destruyendo sus familiares pequeñas alas de piedra en una caos de trozos rotos.
La arrugas en su frente se profundizaron y se expandieron alrededor de todo su cuerpo, hasta que se vio horriblemente arrugado y viejo. Las garras en sus pies y manos se hicieron más grandes, más afiladas, ,más amarillas. Brillaban en la oscuridad más puntiagudas. Su pecho se hincho y brotaron pelos gruesos negros y rizados mientras el crecía infinitamente mas grande de lo que había sido antes.
Luce se esforzó en reprimir el grito que se atasco en su garganta. Y se las arreglo —justo ahí frente a los ojos grises de Bill, sus iris estaban desbocados debajo de cataratas que brillaban tan rojo como el fuego.
Entonces ella grito.
—Siempre tomaste la decisión equivocada —la voz de vil se torno monstruosa, profunda, llena de flema y áspera, no solo para los oídos de Luce, sino para si alma. Su aliento la golpeo, olía a muerte.
—Eres… —Luce no pudo terminar la frase. Solo había una palabra para la maléfica criatura delante de ella y la idea de decirla en voz alta era aterradora.
—¿El chico malo? —Bill rio— ¡Sorpresa! —extendió el sonido de la palabra por tanto tiempo que Luce estuvo segura que se doblaría y tosería. Pero no lo hizo.
—Pero… me enseñaste tanto, me ayudaste a entender ¿Por qué?... ¿Cómo?... ¿todo el tiempo?
—Te estaba engañando. Es lo que hago, Lucinda —Ella se había preocupado por Bill tan pícaro y asqueroso como era. Había confiado en el, lo había escuchado, casi había matad su alma porque se lo había dicho que lo hiciera. El pensamiento dolió. Casi había perdido a Daniel por Bill. Aun podía perder a Daniel por Bill. Pero no era Bill. No era un mero Demonio, no como Steven, o incluso Cam en su peor momento.
Él era el mal encarnado. Y había estado con Luce, respirando en su cuello todo el tiempo. Trato de alejarse de él, pero su oscuridad estaba en todas partes. Parecía como si estuviera flotando en el cielo nocturno, pero todas las estrellas estaban increíblemente lejos; no había señal de la tierra. Muy cerca había manchas oscuras, como agujeros negros. Y de vez en cuando un rayo de luz aparecía, un faro de esperanza. Entonces la luz, se desvanecía.
—¿Dónde estamos? —Pregunto ella.
Satanás se burlo de la falta de sentido de la pregunta. —En ningún lugar —dio el. Su voz ya no tenía el tono familiar de su compañero de viaje—. El oscuro corazón de la nada y el centro de todo. Ni la tierra, el cielo o el infierno. Un lugar donde transita la oscuridad. Nada que tu mente pueda entender por lo que probablemente solo luce —sus ojos rojos se abultaron— atemorizante para ti.
—¿Qué hay con esos destellos de luz? —Luce pregunto tratando de no demostrarle cuan aterrador lucia este lugar para ella. Había visto al menos cuatro destellos de luz, brillantes conflagraciones de la nada desapareciendo rápidamente, en regiones oscuras del cielo.
—Oh, esas —Bill observo una que ardía y desaparecía por encima del hombro de Luce— Ángeles viajeros. Demonios viajeros, noche ocupada ¿verdad? Todos parecen ir a algún lado.
—Si —Luce había estado esperando por otra explosión de luz en el cielo, cuando llego, lanzo una sombra sobre ella y lo tomo con sus manos, desesperada por atrapar a un mensajero antes que este desapareciera— incluyéndome.
El mensajero se expandió rápidamente en sus manos, tan fuerte y agila que pensó por un momento que lo lograría. En su lugar sintió un apretón escabroso a sus lados. Bill tenía todo su cuerpo anidado en su agarre.
—Aun no estoy listo para decir adiós —susurro él en una voz que la hizo temblar— veras, me he encariñado tanto contigo. No, espera, no es eso. Siempre… he estado encariñado contigo.
Luce dejo que la sombra en sus dedos se alejara.
—Y como h todos los seres queridos, te necesito en mi presencia, especialmente ahora, así que no corrompas mis designios de nuevo.
—Al menos ahora me diste una meta —Luce dijo, luchando contra su agarre. No sirvió de nada, el apretó mas fuerte estrujando sus huesos.
—Siempre tuviste un fuego interior. Me encanta eso de ti. —El sonrió y fue una cosa terrible— si solo tú chispa se mantuviera adentro ¿humm? Algunas personas simplemente tienen mala suerte en el amor.
—No me hables de amor —escupió Luce— no puedo creer que siquiera escuchara una palabra que salía de tu boca No sabes nada sobre el amor.
—Ya he oído eso antes. Y resulta que si se una cosa sobre el amor: crees que el tuyo es más grande que el cielo y el infierno y el destino de todos los que están en medio. Pero estas equivocada. Tu amor por Daniel Grigori es menor que insignificante. ¡es nada!
Su grito fue como una onda explosiva hizo volar el cabello de Luce. Ella jadeo y busco aire.
—Di lo que quieras, amo a Daniel. Siempre lo hare. Y no tiene nada que ver contigo.
Satanás la levanto hacia sus ojos rojos pellizcando su piel con su afilada garra.
—Se que lo amas, eres una tonta por él. Solo dime porque.
—¿Por qué?
—¿Por qué él? Poniéndolo en palabras, quiero que realmente me conmuevas.
—Un millón de razones. Simplemente lo hago.
Su ancha sonrisa se profundizo, y un sonido como de perro gruñendo llego desde su interior. —Esa fue una prueba. Fallaste, pero no es tu culpa. No realmente. Ese es un desafortunado efecto secundario de la maldición que posees. No tomaras decisiones nunca más.
—Eso no es verdad. Si recuerdas, tome una gran decisión a lo matar mi alma.
Eso lo enojo, podía ver la forma en que sus formas nasales se ampliaban, la forma en que su garra se apretó en un puño e hizo un hueco en el cielo estrellado como un interruptor de luz que había sido encendido en algún lugar.
Pero no dijo nada por mucho tiempo. Solo se quedo mirando la noche. Un horrible pensamiento golpeo a Luce. —¿Estabas siquiera diciendo la vedad? Que hubiera pasado si hubiera utilizado la estrella fugaz… —ella tembló, enfermo por haber estado tan cerca— ¿Qué hay en todo esto para ti? ¿Me querías fuera del panorama para poder llegar a Daniel? ¿es por eso que nunca te mostraste ante él? Porque él hubiera ido tras de ti…
Santanas rio entre dientes. Su risa atenuó las estrellas. —¿Crees que estoy asustado de Daniel Grigori? Tienes una muy buena opinión de él. Dime, ¿con que clase de salvajes mentiras a estado llenando su cabeza, sobre su grandioso lugar en el cielo?
—Tu eres, el mentiroso —Luce dijo— no has hecho mas que mentirme, desde el momento en que te conocí. No es de extrañar que todo el mundo te desprecie.
—Me temen, no me desprecian. Hay una diferencia. El miedo contiene envidia en algún punto. Puede que no me creas pero hay muchos que quisieran ejercer el poder que yo tengo. Quienes… me adoran.
—Tienes razón, no te creo.
—Simplemente no sabes lo suficiente. Sobre nada. Te he llevado a un recorrido a tu pasado —mostrándote la inutilidad de la existencia, esperando que despertaras a la verdad, y todo lo que obtengo de ti es ¡Daniel!, ¡Quiero a Daniel!
El la tiro al suelo, y cayó en la oscuridad , y se detuvo únicamente cuando la miro, como si pudiera fijarla en su lugar. Se movió en un círculo alrededor de ella, sus manos detrás de su espalda, sus alas abajo fuertemente tensionadas, su cabeza se inclino hacia el cielo.
—Todo lo que ves aquí, es lo único que hay que ver. De lejos, si, pero todo está ahí —todas las vidas, y mudos, y mas— lejos de la débil concepción de los mortales. Míralo.
Lo hizo, y lucia diferente de lo que lo había hecho, la sabana de estrellas era interminable, la oscuridad de la noche se plegaba una y otra vez, sobre tantos puntos brillantes que el cielo estaba más iluminado que cubierto de oscuridad.
—Es hermoso.
—Se trata de ser una tabula rasa —sus labios se curvaron en una sonrisa torcida— Me he cansado de este juego.
—¿Todo esto es un juego para ti?
—Es un juego para el —Barrio la mano por el cielo y dejo una franja de oscuridad a su paso— y me rehusó a cedérselo a otro simplemente por una escala cósmica. Simplemente porque nuestros lados están en equilibrio.
—Equilibrio, te refieres a la escala de ángeles caídos quienes se aliaron contigo, y esos que se aliaron con…
—No lo digas, pero si, esos otros. Ahora hay un equilibrio, y…
—Un ángel mas tiene que escoger un lado —Luce dijo, recordando la larga conversación que le había dado en el restaurante de las Vegas.
—Mmm-hmm. Excepto que esta vez. No lo dejara al azar. Fue un objetivo imprudente, todo lo de la estrella fugaz, pero he visto el error de mi método. He estado planeando. A menudo mientras tú y alguna interacción pasada de Grigori estaban preocupados por besuquearse. Por lo tanto, como vez, nadie será capaz de sabotear lo que he planeado a continuación. Voy a limpiar la pizarra. Empezar de nuevo. Puedo saltar los milenios que te precedieron. Lucinda Price —el bufo— Comenzar de nuevo. Y esta vez, jugare con más sabiduría. Esta vez ganare.
—¿Qué significa "limpiar la pizarra"?
—El tiempo es como una pizarra grande, Lucinda. Nada está escrito, que no pueda ser borrado por un movimiento inteligente. Es drástico, si, y significaría que estaría tirando miles de años a la basura. Aun gran revés para todos los involucrados, pero… ¿Hey que en un puñado de miles de años en el extenso concepto de la eternidad?
—¿Cómo puedes hacer eso? —dijo ella sabiendo que podía sentir el temblor en sus manos— ¿Qué significa eso?
—Significa que volveré al principio. A la caída. Cuando todos nosotros fuimos expulsados del cielo, porque nos atrevimos a ejercer el libre albedrio. Estoy hablando de la primera gran injusticia.
—¿Para revivir tus grandes éxitos? —dijo ella, ero él no estaba escuchando perdido, en los detalles de su plan.
—Tú y el pesado de Daniel Grigori, harán el viaje conmigo. De hecho tu alma gemela se dirige, está en su camino.
—¿Por qué Daniel…?
—Le mostré el camino, por supuesto. Ahora todo lo que tengo que hacer es llegar a tiempo para ver a los ángeles ser expulsados y comenzando su caída a la tierra. Qué hermoso momento será.
—¿Cuándo empezaron su caída? ¿Cuánto tiempo tomara?
—Nueve días, según algunas versiones —murmuro el— pero pareció una eternidad para esos que fueron expulsados ¿nunca le preguntaste a tus amigos sobre ello? ¿Cam. Roland. Arriane. Tu precioso Daniel? Todos nosotros estábamos ahí.
—Así que lo veras pasar de nuevo ¿y qué?
—Entonces hare algo inesperado ¿y sabes qué será? —el rio y sus ojos rojos brillaron.
—No lo sé —dijo en voz baja— ¿matar a Daniel?
—No matarlo. Atraparlo. Voy a atrapar a cada uno de nosotros. Abriré un mensajero, como una gran red, convirtiéndolo en la primera línea de tiempo. Luego me uniré a mi antiguo yo y animare a la horda de ángeles a venir al presente conmigo. Incluso los feos.
—¿Y qué?
—¿y qué? Estaremos una vez mas partiendo desde el principio Porque la caída, no es una parte de la historia; es cuando la historia comienza ¿y todo lo que paso antes? Será como si nunca hubiera sucedido.
—Como si nunca hubiera pas… ¿Quieres decir como esa vida en Egipto?
—Nunca paso.
—¿China? ¿Versalles? ¿Las vegas?
—Nunca, nunca, nunca. Pero es más que tu novio y tú, niña egoísta. Es el imperio romano y el tan mencionado otro hijo. Es el triste absceso de la humanidad pasando de a oscuridad primordial de la tierra y convirtiendo su mundo en un pozo negro. Es todo lo que ha tenido lugar, desparecido por un pequeño salto en el tiempo, como una piedra saltando a través del agua.
—Pero simplemente no puedes… ¡borrar el pasado!
—Claro que puedo. Como acortare la cintura a una falda. Basta con remover el exceso de tela y juntar las partes. Es como si esa parte del medio nunca hubiera existido. Empezaremos de nuevo. Todo el ciclo se repetirá. Y tendré otra oportunidad de atraer a las almas importantes. Almas como…
—Nunca lo atraparas. Nunca se unira a tu lado.
Daniel no había cedido ni una vez a través de los cinco mil años que había presenciado. No importaba que la hubieran asesinado una y otra vez y le hubieran negado su amor verdadero, el nunca cedería y escogería un lado. E incluso si de alguna manera perdiera su resolución, ella estaría ahí para apoyarlo: Sabia que ella era lo suficientemente fuerte para sostener a Daniel si el fallaba. Justo como el había hecho con ella.
—No importa cuántas veces hagas borrón y cuenta nueva —ella dijo— no cambiara nada.
—Oh —rio él, como si estuviera avergonzado por Luce. Una carcajada gruesa de miedo— Por supuesto que lo hará. Cambiara todo ¿Quieres que te cuente las maneras?
El saco una amarillenta garra. —Primero que todo Daniel y Cam serán hermanos de nuevo, tal y como eran en los primeros días después de la caída ¿no sería eso divertido para ti?. Peor aún: No habrá Nephlims. No habrá pasado el tiempo para que los ángeles caminen por la tierra y copulen con los mortales, así que dile adiós a tus amigos de la escuela.
—No…
El casqueo sus garras. —Oh, una cosa más que olvidaba mencionar: ¿tú historia con Daniel? Será borrada. Así que todo lo que averiguaste en tu pequeña búsqueda, todas esas cosas que me dijiste que habías aprendido en nuestros paseos por el pasado? Puedes darles un beso de despedida.
—¡No! ¡No puedes hacer esto!
La atrapo en su frio abrazo de nuevo. —Oh, querida… está prácticamente hecho.
El rio y su risa sonaron como una avalancha mientras el tiempo y el espacio se plegaban alrededor de ellos. Luce se estremeció y lucho por aflojar su apretón, pero la abrazaba tan de una manera tan fuerte, tan profundamente bajo su vil ala. Que no podía ver nada, solo podía sentir una ráfaga de viento azotándolos y un estallido de calor.
Luego un inquebrantable frio se planto en su alma.

N. d. T
*Peret: El año egipcio se dividió en las tres temporadas de Akhet (Inundación), Peret (Crecimiento - invierno) y Shemu (Cosecha - verano).
*A.C.D: Antes de la era común.
*Aspid: Serpiente venenosa de color verde amarillento con manchas pardas, de hasta 2 m de longitud y con cuello extensible; es propia de Egipto.

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