jueves, 21 de julio de 2011

capitulo 18

Capítulo 18
Malas Direcciones


Traducido por LizC


Jerusalén, Israel. 27 Nissan 2760

—Así que, ¿no eres realmente un mal tipo? —le dijo Shelby a Daniel.

Estaban sentados en el banco exuberante en el cauce del río de la antigua Jerusalén, mirando el horizonte donde los dos ángeles caídos se habían separados cada uno por su lado.

La más ligera corriente de luz en tonos dorados colgaba en el cielo donde Cam había estado, y el aire empezaba a oler un poco a huevos podridos.

—Por supuesto que no lo soy. —Daniel metió su mano en el agua fría. Sus alas y su alma aún se sentían calientes al ver a Cam hacer su elección.

Cuán sencillo parecía para él. Cuán fácil y repentino.

Y todo por culpa de un corazón roto.

—Es sólo que cuando Luce se enteró de que tú y Cam entablaron esa tregua, estaba devastada. Ninguno de nosotros podía entenderlo —Shelby miró a Miles por afirmación—. ¿Podemos?

—Pensamos que le estabas escondiendo algo a ella —Miles se quitó su gorra de béisbol y se frotó la cabeza—. Todo lo que sabíamos de Cam era que se suponía que era pura maldad.

Shelby hizo unas garras con sus dedos. —¡Todo siseos! ¡Y rawr! Y todo eso.

—Pocas almas son algo puro —dijo Daniel—, en el Cielo, en el Infierno, o en la Tierra. —Se dio la vuelta, buscando en el cielo oriental por una pista del polvo plateado que Dani habría dejado cuando desplegó sus alas y se fue volando. No había nada.

—Lo siento —dijo Shelby—, pero es tan raro pensar en ti como hermanos.

—Todos fuimos una familia en un momento dado.

—Sí, pero, como, hace una eternidad.

—Crees que sólo porque algo ha sido de una manera por unos pocos miles de años, eso se ha alzado en la eternidad. —Daniel negó con la cabeza—. Todo está en proceso de cambio. Yo estuve con Cam en los Albores del Tiempo, y voy a verlo a través de los Fin de los Tiempos.

Las cejas de Shelby se alzaron con incredulidad. —¿Crees que Cam va a volver por aquí? Como, ¿ver el lado de la luz otra vez?

Daniel comenzó a ponerse de pie. —Nada permanece igual para siempre.

—¿Qué pasa con tu amor con Luce? —preguntó Miles.

Eso dejó a Daniel frío. —Eso está cambiando, también. Va a ser diferente, después de esta experiencia. Sólo espero que... —Miró hacia Miles, quien seguía sentado en el banco, y Daniel se dio cuenta de que él no odiaba a Miles. A su manera temeraria idiota, los Nephilim habían estado tratando de ayudar.

Por primera vez, Daniel podía decir con verdad que no necesitaba más ayuda; que había conseguido toda la ayuda que necesitaba en el camino de cada uno de sus seres pasado. Ahora, finalmente, estaba dispuesto a alcanzar a Luce.

¿Por qué seguía de pie aquí?

—Es hora de que ustedes dos se vayan a casa —dijo, ayudando a Shelby, y luego a Miles a ponerse de pie.

—No —dijo Shelby, llegando a Miles, quien le dio a su mano un apretón—. Hicimos un pacto. No vamos a volver hasta que no sepamos que ella…

—No pasará mucho tiempo —dijo Daniel—. Creo que sé dónde encontrarla, y no es ningún lugar al que ustedes dos puedan ir.

—Vamos, Shel. —Miles ya estaba usurpando la sombra proyectada por el árbol de olivo cerca de la orilla del río. Se agrupaba y se arremolinaba en sus manos y se veía por un momento difícil de manejar, como la arcilla de un alfarero a punto salir girando del volante. Pero entonces Miles tomó las riendas de ella, hilándola en un portal negro impresionantemente grande. Apretó hasta abrir el Anunciador ligeramente, haciendo un gesto hacia Shelby para que pasara de primero.

—Te estás volviendo bueno en eso. —Daniel había elaborado su propio Anunciador, convocándola desde la sombra de su propio cuerpo. Se estremeció ante él.

Debido a que los Nephilim no estaban aquí a través de sus propias experiencias del pasado, tendrían que saltar de Anunciador en Anunciador para volver a su propio tiempo. Sería difícil, y Daniel no les envidiaba su viaje, pero sí los envidiaba porque se iban a casa.

—Daniel. —La cabeza de Shelby salió del Anunciador. Su cuerpo se veía retorcido y oscuro a través de las sombras—. Buena suerte.

Ella se despidió con la mano, y Miles también, y los dos pasaron a través del Anunciador. La sombra se cerró en sí misma, colapsando en un punto justo antes de desaparecer.

Daniel no vio que eso sucediera. Él ya se había ido.

El viento frío roía en él.

Corrió a través de ello, más rápido de lo que nunca había viajado antes, volviendo a un lugar, y a un tiempo, al que nunca había pensado que iba a regresar.

—Hey —dijo una voz a cabo. Era áspera y contundente y parecía venir de al lado de Daniel—. Frénate, ¿quieres?

Daniel se apartó del sonido. —¿Quién eres? —gritó en la oscuridad invisible—. Date a conocer.

Cuando nada se presentó ante él, Daniel desplegó sus ondulantes alas blancas, tanto para desafiar al intruso dentro de su Anunciador así como para ayudar a reducir la velocidad. Iluminaron el Anunciador con su resplandor, y Daniel sintió la tensión en su interior calmarse un poco.

Completamente extendidas, sus alas se extendían a lo ancho del túnel. Sus puntas estrechas eran las más sensibles al tacto; cuando rozaban las paredes húmedas del Anunciador, le daba a Daniel una sensación claustrofóbica de náuseas.

En la oscuridad delante de él, una figura poco a poco se filtró a la vista.

En primer lugar, las alas: pequeñas y de gasa fina. Entonces el cuerpo se profundizó en color sólo lo suficiente para que Daniel viera un pequeño ángel, pálido compartiendo su Anunciador. Daniel no lo conocía. Las facciones del ángel eran suaves y de aspecto inocente, como la de un bebé. En el túnel estrecho, su cabello rubio volaba a lo largo de sus ojos plateados en el viento que las alas de Daniel enviaban cada vez que se impulsaban. Se veía tan joven, pero por supuesto, él era tan viejo como cualquiera de ellos.

—¿Quién eres? —preguntó de nuevo Daniel—. ¿Cómo llegaste aquí? ¿Eres un Scale?

—Sí. —A pesar de su apariencia inocente, infantil, la voz del ángel era profunda. Alcanzó a su espalda por un momento, y Daniel pensó que tal vez estaba escondiendo algo allí, tal vez una especie de dispositivo de captura, pero el ángel, simplemente se dio la vuelta para mostrar la cicatriz en la parte posterior de su cuello. El símbolo de siete puntas de oro de la Scale. —Soy un Scale. —Su voz profunda era áspera condensada—. Me gustaría hablar contigo.

Daniel rechinó sus dientes. La Scale tiene que haber sabido que no tenía ningún respeto por ellos o sus funciones entrometidas. Pero no importaba lo mucho que odiaba a sus costumbres de alto vuelo, siempre trataban de empujar a los caídos a un lado: Él todavía tenía que cumplir con sus peticiones. Algo parecía extraño acerca de esta, ¿pero quién otro que no sea un miembro de la Scale podría haber encontrado un camino en su Anunciador?

—Estoy apurado.

El ángel asintió con la cabeza, como si ya lo supiera. —¿Tu búsqueda por Lucinda?

—Sí —espetó Daniel—. Yo… yo no necesito ayuda.

—Lo haces. —Asintió el ángel—. Te perdiste tu salida… —señaló hacia abajo, hacia el lugar en el túnel vertical donde Daniel acababa de venir—. Justo allá atrás.

—No…

—Sí. —El ángel sonrió, mostrando una hilera de dientes pequeños e irregulares—. Esperamos y observamos. Vemos quienes viajan por los Anunciadores y hacia dónde van.

—No sabía que ser policías de los Anunciadores caía bajo la jurisdicción de la Scale.

—Hay mucho que no sabes. Nuestro monitor cogió un rastro de su paso. Ella estará también en su camino para ahora. Tienes que ir tras ella.

Daniel se puso rígido. La Scale eran los únicos ángeles a los que se les concedía la visión entre los Anunciadores. Era posible que un miembro de la Scale haya visto los viajes de Luce.

—¿Por qué quieres ayudarme a encontrarla?

—Oh, Daniel. —El ángel frunció el ceño—. Lucinda es una parte de tu destino. Queremos que la encuentres. Queremos que seas fiel a tu naturaleza…

—Y luego del lado del Cielo —gruñó Daniel.

—Un paso a la vez. —El ángel escondió sus alas a sus lados y se desplomó por el túnel—. Si quieres alcanzarla —retumbó su voz profunda—, estoy aquí para mostrarte el camino. Yo sé dónde están los puntos de conexión. Puedo abrir un portal entre el tejido de los tiempos pasados.

Luego, débilmente—: Sin Condiciones.

Daniel estaba perdido. La Scale había sido una molestia para él desde la Guerra en el Cielo, pero al menos sus motivos eran transparentes. Lo querían del lado del Cielo. Eso era todo. Supuso que les tocaría llevarlo a Luce si podían.

Tal vez el ángel estaba en lo cierto. Un paso a la vez. Todo lo que importaba era Luce.

Escondió sus alas a sus costados como el ángel había hecho y sintió que su cuerpo se movió a través de la oscuridad. Cuando él alcanzó al ángel, se detuvo.

El ángel señaló. —Lucinda salió por allí.

El camino de la sombra era estrecho y perpendicular a la trayectoria en la que Daniel había estado. No se veía más bien o mal que cuando Daniel se había dirigido antes.

—Si esto funciona —dijo—, te deberé. Si no, te voy a cazar.

El ángel no dijo nada.

Así que Daniel dio un salto antes de mirar, sintiendo un viento azotar húmedamente en sus alas, una corriente levantándose de nuevo y acelerando a lo largo de él, y escuchando, en algún lugar lejos de él, la más leve carcajada.

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