jueves, 21 de julio de 2011

capitulo 17



Yin, China •Qing Ming
(APROXIMADAMENTE ABRIL 4, 1046 Antes de Cristo)
En
el extremo más lejano del túnel del locutor había un brillo que
envolvía. Besó su piel como una mañana de verano en la casa de sus
padres en Georgia.
Luce se hundió en ella.
Gloria desenfrenada.
Así era como Bill había llamado a la incandescente luz de la misma alma
de Daniel. El solo mirar hacia el angélico ser de Daniel había hecho a
la comunidad entera en el sacrificio Maya entrar en combustión
espontáneamente—incluyendo a Ix Cuat, la antepasado de Luce.
Pero había habido un momento.
Un
momento de pura maravilla justo antes de que ella muriera, donde Luce
se había sentido más cercana a Daniel que nunca antes. A ella no le
importó lo que Bill dijo: ella reconoció el brillo del alma de Daniel.
Ella tenía que verlo de nuevo. Quizás había alguna forma en que ella
pudiera sobrevivir a eso. Ella tenía que al menos intentarlo.
Ella salió disparada del locutorio dentro de la fría soledad de una enorme habitación.
La
cámara era al menos diez veces más grande que cualquier habitación que
Luce había visto, y todo sobre ella era lujoso. Los pisos estaban hechos
del más suave mármol y cubiertos en enormes alfombras hechas de pieles
completas de animales, una de las cuales tenía una cabeza de tigre
intacta. Cuatro pilares de madera sostenían un techo a dos aguas de
paja. Las paredes estaban hechas de bamboo tejido. Y cerca de la ventana
abierta había una enorme cama con dosel con sabanas de seda verde
dorado.
Un pequeño telescopio descansaba en el saliente de la
ventana. Luce lo tomo, apartando la cortina de seda dorada para mirar
fuera. El telescopio estaba pesado y frio cuando ella lo sostuvo ante
sus ojos.
Ella estaba en el medio de una enorme ciudad amurallada,
mirando hacia abajo desde un segundo piso. Un laberinto de calles de
piedra conectaba entre hacinadas y antiguas estructuras de adobe y
barro. El aire era tibio y olía suavemente a cerezos en flor. Un par de
petirrojos cruzaron el cielo azul.
Luce se giró hacia Bill. “¿Dónde estamos?” el lugar parecía tan ajeno como el mundo de los Mayas, y así de lejano en el tiempo.
Él se encogió de hombros y abrió su boca para hablar, pero entonces—
“Shhh,” Luce susurró.
Lloriqueos.
Alguien
estaba derramando suaves y calladas lágrimas. Luce se giró hacia el
sonido. Ahí, a través de un arco en el lado lejano de la habitación,
ella escuchó el sonido de nuevo.
Luce se movió hacia el arco,
deslizándose a lo largo de el piso de piedra en pies descalzos. El
sollozo hacía eco, llamándola. Un pasillo estrecho se abría en otra
cámara cavernosa. Esta sin ventanas, con techos bajos, apenas iluminada
por el brillo de una docena de pequeñas lámparas de bronce.
Ella
podía distinguir una enorme palangana de piedra, una pequeña mesa lacada
llena de frascos de greda negra con aceites aromáticos que le daban a
toda la habitación un aroma cálido y especiado. Un enorme armario de
jade esculpido se disponía en la esquina de la habitación. Delgados
dragones verdes grabados en el frente se burlaban de Luce, como si
supieran todo lo que ella no.
Y en el centro de la cámara, un hombre muerto yacía desparramado en el piso.
Antes
de que Luce pudiera ver algo más, fue cegada por una brillante luz
moviéndose hacia ella. Era el mismo brillo que había sentido en el otro
lado del locutorio.
“¿Qué es esa luz?” ella le preguntó a Bill.
“Esa…er,
¿ves eso?” Bill sonaba sorprendido. “Esa es tu alma. Es otra forma de
reconocer tus vidas pasadas cuando aparecen físicamente distintas a ti,”
él hizo una pausa. “¿Nunca lo habías notado antes?”
“Es la primera vez, creo.”
“Huh,” Bill dijo. “Esa es buena señal. Estas progresando.”
Luce se sintió pesada y agotada repentinamente. “Pensé que iba a ser Daniel.”
Bill
aclaró su garganta como si fuera a decir algo, pero no lo hizo. El
brillo se torno mas intenso por un latido de corazón, y luego explotó
tan repentinamente que ella no pudo ver por un momento, hasta que sus
ojos se ajustaron.
“¿Qué estas haciendo aquí?” una voz preguntó rudamente.
Donde
la luz había estado, en el centro de la habitación, había una delgada y
linda niña china alrededor de los diecisiete—demasiado joven y
demasiado elegante para estar de pie sobre el cuerpo de un hombre
muerto.
“Así que, esa eres tu,” la voz de Bill dijo en el oído de
Luce. “Tu nombre es Lu Xin y vives fuera de la ciudad capital Yin.
Estamos al termino de la dinastía Shang, algo así como mil años antes de
la era cristiana, en caso de que quieras hacer una nota en tu álbum de
recortes.”
Luce probablemente parecía una loca para Lu Xin,
irrumpiendo vestida con un traje de animal chamuscado y un collar hecho
de hueso, su cabello un gruñido salvaje y enredado. ¿Cuánto tiempo había
pasado desde que se había visto en un espejo? ¿Tomado un baño? Además,
ella estaba hablando con una gárgola invisible.
Pero al mismo tiempo,
Lu Xin estaba de pie a la vigilancia de un tipo muerto, dándole a Luce
los ojos de no-juegues-conmigo, así que ella también parecía un poco
loca.
Ay dios. Luce no había notado en cuchillo de jade con la
empuñadura tachonada en turquesas, o la pequeña poza de sangre en medio
del piso de mármol.
“Que—“ ella comenzó a preguntarle a Bill.
“Tú.” La voz de Lu Xin fue sorprendentemente fuerte. “Ayúdame a esconder este cuerpo.”
El
cabello del hombre muerto era blanco alrededor de las sienes; se veía
de alrededor de sesenta años de edad, delgado y musculoso bajo muchas
túnicas elaboradas y capas bordadas.
“Yo—um, no creo la verdad—“
“Tan pronto como se den cuenta que el rey está muerto, tu y yo estaremos muertas, también.”
“¿Qué?” Luce preguntó. “¿Yo?”
“Tú,
y, la mayoría de la gente dentro de estas paredes. ¿Dónde más crees que
encontraran a los miles de cuerpos de sacrificio que deben ser
enterrados con el déspota?” la chica se seco las mejillas con delgados
dedos llenos de anillos. “¿Me vas a ayudar o no?”
A la petición de
la chica, Luce se movió para ayudar a levantar el pie del rey. Lu Xin se
preparó para levantarlo de debajo de sus brazos. “El rey,” Luce dijo,
escupiendo las viejas palabras Shang como si las hubiera hablado
siempre. “estaba él—“
“No es lo que parece.” Lu Xin gruñó bajo el
peso del cuerpo. El rey era más pesado de lo que se veía. “No lo maté.
Al menos no”—ella pausó—“físicamente. Estaba muerto cuando entre en la
habitación.” Ella sollozó. “se apuñaló a sí mismo en el corazón. Solía
decir que el no tenia uno, pero me ha probado lo contrario.”
Luce
miró al rostro del hombre. Uno de sus ojos estaba abierto. Su boca
torcida. Se veía como si hubiera dejado este mundo en agonía. “¿Era tu
padre?”
“Él iba a ser mi marido,” ella dijo fríamente. “Y uno
bastante malo en eso. Los ancestros aprobaron nuestro matrimonio, pero
yo no. Los hombres ricos y poderosos no son nada de lo que estar
agradecida si uno disfruta del romance.” Ella estudió a Luce, quien bajo
los pies del rey lentamente al piso del armario. “¿De que parte de las
llanuras eres que la noticia del compromiso del rey no te ha alcanzado?”
Lu Xin había notado la ropa Maya de Luce. Ella tomó el borde de la
corta falda marrón. “¿Te contrataron para actuar en nuestra boda? ¿Eres
alguna clase de bailarina? ¿Un payaso?”
“No exactamente.” Luce sintió
sus mejillas enrojecerse mientras tiraba de la falda bajándosela en su
cadera. “Mira, no podemos solo dejar el cuerpo aquí. Alguien se va a dar
cuenta. Quiero decir, él es el rey, ¿cierto? Y hay sangre por todos
lados.”
Lu Xin se metió en el armario y sacó una túnica de seda
carmesí. Cayó en sus rodillas y rompió una larga tira de tela de ella.
Era una hermosa prenda de suave seda, con pequeños capullos negros
bordados alrededor del cuello. Pero Lu Xin no lo pensó dos veces en
usarlo para limpiar la sangre en el piso. Ella sacó una segunda túnica
azul y se la lanzó a Luce para ayudar a limpiar.
“Bien,” Luce dijo,
“Bueno, aun esta ese cuchillo.” Ella apuntó a la brillante daga de
bronce cubierta hasta la empuñadura de la sangre del rey.
Rápidamente, Lu Xin deslizó el cuchillo dentro de un pliegue de su túnica. Miró hacia Luce, como diciendo ¿Algo más?
“¿Qué
es eso de allá?” Luce apunto a lo que parecía la parte superior de la
concha de una pequeña tortuga. Ella lo había visto deslizarse de la mano
del rey cuando habían movido el cuerpo.
Lu Xin estaba de rodilla.
Ella tiró el trapo empapado en sangre y acunó la concha en sus manos.
“El huso del oráculo,” ella dijo suavemente. “Más importante que
cualquier rey.”
“¿Qué es eso?”
“Esto guarda las respuesta de las Deidades Arriba.”
Luce
se acercó, arrodillándose para ver el objeto que tenía tan gran efecto
en la chica. El hueso del oráculo era nada más que una concha de
tortuga, pero era pequeño prístino y pulido. Cuando Luce se acercó aun
más, ella vio que alguien había pintado algo en suaves trazos negros en
la suave parte inferior de la concha:
¿Es Lu Xin fiel a mí o ama a otro?
Frescas
lagrimas se acumularon en los ojos de Lu Xin, una grieta en la fría
resolución que le había mostrado a Luce. “Él le preguntó a los
ancestros,” ella susurró, cerrando sus ojos. “Ellos deben haberle dicho
de mi engaño. Yo—yo no pude evitarlo.”
Daniel. Ella debía estar
hablando de Daniel. Un amor secreto que ella había escondido del Rey.
Pero no había sido capaz de esconderlo lo suficiente.
El corazón de
Luce fue hacia el de Lu Xin. Ella entendió con cada fibra de su alma
precisamente lo que la chica estaba sintiendo. Ellos compartían un amor
que ningún rey podía arrebatar, que nadie podía extinguir. Un amor más
poderoso que la naturaleza.
Ella le dio a Lu Xin un abrazo profundo.
Y sintió que el piso cayó bajo ellas.
¡Ella
no quería hacer esto! Pero su estómago ya se estaba lanzando, y su
visión cambiando incontrolablemente, y se vio a si misma desde el
exterior, viéndose como un extraterrestre y aferrándose a la querida
vida de su pasado. Luego la habitación paró de girar y Luce estaba sola,
apretando el hueso del oráculo en sus manos. Estaba hecho. Se había
convertido en Lu Xin.
“¿Desaparezco por tres minutos y te vas
3D?”Bill dijo, reapareciendo como un genio. “¿Acaso una gárgola no puede
disfrutar de una taza de té de jazmín sin volver y encontrar que su
carga ha cavado su propia tumba? ¿Acaso alguna vez has pensado que es lo
que va a pasar cuando los guardias toquen la puerta?”
Un golpe sonó bruscamente en la enorme puerta de bambú de la cámara principal.
Luce saltó.
Bill
dobló sus brazos en su pecho. “Hablando del diablo,” él dijo. Luego, en
un alto, y afectado grito, dijo, “¡Oh Bill! Ayúdame, Bill, ¿Qué voy a
hacer ahora? ¡No pensé en preguntarte ninguna cosa antes de ponerme a mi
misma en una muy estúpida situación, Bill!”
Pero Luce no tenía que
hacerle a Bill ninguna pregunta. El conocimiento se estaba elevando en
el frente de la mente de Lu Xin: ella sabía que este día seria marcado
no solo como el suicidio de algún estúpido rey, pero por algo aun mas
grande, oscuro, incluso sangriento: un enorme choque entre ejércitos.
¿Ese golpe en la puerta? Era el consejo del rey esperando a escoltarlo
hacia la guerra. Él tenía que dirigir a las tropas a la batalla.
Pero el rey estaba muerto y metido dentro del armario.
Y Luce estaba en el cuerpo de Lu Xin, encerrada en sus cámaras privadas. Si ellos la encontraban ahí sola…
“Rey Shang.” Pesados golpes hacían eco en la habitación. “Esperamos por sus órdenes.”
Luce
se quedo de pie muy quieta, congelándose en la túnica de seda de Lu
Xin. No había rey Shang. Su suicidio había dejado a la dinastía sin un
rey, los templos sin un sacerdote principal, al ejército sin general,
justo antes de la batalla para mantener a la dinastía.
“Dime sobre un regicidio a destiempo.” Bill dijo.
“¿Qué
hago?” Luce se giró de vuelta al armario del dragón, haciendo una mueca
cuando miró hacia el rey. Su cuello estaba doblado en un ángulo
antinatural, y la sangre en su pecho se secaba a un café oxidado. Lu Xin
había odiado al rey cuando había estado vivo. Luce sabia ahora que las
lagrimas que había llorado no habían sido de tristeza, sino de miedo por
lo que pasaría con su amor, De.
Hasta tres semanas atrás, Lu Xin
había vivido con su familia en su granja de mijo en los faldeos del Rio
Huan. Pasando a través de su valle del rio en su brillante carruaje un
tarde, el rey había visto a Lu Xin atendiendo los cultivos. Él había
decidido que ella le gustaba. Al día siguiente, dos hombres de la
milicia habían llegado a su puerta. Ella había tenido que dejar su
familia y su hogar. Ella había tenido que dejar a De, el guapo pescador
de la villa contigua.
Antes de la convocación del rey, De le había
mostrado a Lu Xin como pescar usando su par de mascotas cormoranes,
atando una cuerda ligeramente alrededor de sus cuellos de modo que
pudiera atrapar muchos peces en sus bocas pero no tragarlos. Viendo a De
amablemente engatusar a los peces desde las profundidades de los picos
de los divertidos pájaros, Lu Xin se había enamorado de él. A la
siguiente mañana, ella tuvo que decirle adiós. Para siempre.
O eso ella pensó.


Habían pasado diecinueve puestas de sol desde que Lu Xin había visto a De, siete puesta de sol desde que ella recibió una carta de casa con malas noticias: De y algunos otros chicos de las granjas vecinas se habían escapado para unirse a la armada rebelde, y tan pronto él se fue los hombres del rey saquearan el pueblo, buscando a los desertores.


Con el rey muerto, los hombres Shan no mostraron piedad para Lu Xin, y ella nunca encontraría a De, nunca se reuniría con Daniel.


A menos que los consejeros del rey no se enteraran que su rey estaba muerto.


El armario estaba repleto de coloridas y exóticas prendas, pero un objeto llamó su atención: un gran casco redondo. Era pesado, hecho principalmente de pesadas correas de cuero grueso cosidas juntas con apretadas pretinas. En la parte delantera tenía una placa lisa de bronce con un ornamento de un dragón respirando fuego tallado en el metal. El dragón era el animal zodiacal del año del nacimiento del rey.


Bill flotó hacía ella. — ¿Qué estás haciendo con el casco del rey?


Luce deslizo el casco sobre su cabeza, metiendo su cabello negro en el interior. Entonces ella abrió el otro lado del armario, emocionada y nerviosa sobre lo que había encontrado.


—Lo mismo que voy a hacer con la armadura del rey —dijo, recogiendo una maraña de pesadas cosas entre sus brazos. Se puso un par de pantalones de cuero, con una túnica de piel gruesa, un par de guantes de malla, zapatos de cuero que sin duda le quedaron demasiado grandes pero con los cuales ella tenía que trabajar, y una armadura para el pecho de bronce sobre puesta en places de metal. El mismo dragón que respiraba fuego estaba bordado en la parte frontal de la túnica. Era difícil creer que alguien pudiera luchar una guerra bajo el peso de estas ropas, pero Lu Xin sabía que el rey realmente no luchaba—él únicamente dirigía la batalla desde el asiento de su carruaje de guerra.


—¡Este no es el momento para jugar a disfrazarte! —Bill clavó una garra en ella—. No puedes irte de aquí con eso.


—¿Por qué no? Puedo ajustarlo. Casi —Ella se agachó por encima de los pantalones para así poder apretar con fuerza el cinturón.


Cerca de la cuenca de agua, encontró un espejo pulido dentro de un marco de bambú. En el reflejo, la cara de Lu Xin estaba oculta por el grosor de la placa de bronce del casco. Su cuerpo parecía voluminoso y fuerte debajo de la armadura de cuero.


Luce comenzó a salir de la cámara de vestirse, regresó a la habitación.


—¡Espera! —gritó Bill—. ¿Qué vas a decir sobre el rey?


Luce se giró hacia Bill y levantó el pesado casco de cuero para que él pudiera ver sus ojos. —Yo soy el rey ahora.


Bill parpadeó, y por una vez no hizo ningún intento de volver atrás.


Un rayo de fuerza se apoderó de luce. Disfrazada como el jefe del ejército que era, ella se dio cuenta, exactamente lo que Lu Xin podría haber hecho. Como un soldado común, por supuesto De podría estar en la línea frontal en esta batalla. Y ella iría a encontrarlo.


Golpearon la puerta de nuevo. —Rey Shang, el ejercito Zhou está avanzando. ¡Solicitamos su presencia!


—Creo que hay alguien hablando contigo, Rey Shang —La voz de Bill había cambiado. Era profunda y rasposa y hacía eco por toda la habitación tan violentamente que Luce se estremeció, pero ella no se giró para mirarlo. Ella tocó la pesada manija de bronce y abrió gruesa puerta de bambú.


Tres hombres en flamantes túnicas marciales rojas y amarillas la saludaron con ansiedad. Instantáneamente, Luce reconoció a los tres consejeros del rey más cercanos: Hu, con los dientes pequeños y estrechos, ojos amarillentos. Cui, el más alto, con hombros anchos y ojos separados. Huang, el más joven y más amable del consejo.


—El rey ya estaba vestido para la guerra —dijo Huang, mirando con atención a Luce en la vacía cámara con curiosidad—. El rey se ve… diferente.


Luce se congeló. ¿Qué quiso decir? Ella nunca había escuchó la voz del rey muerto, y era excepcionalmente mala con las imitaciones.


—Sí —Hu concordó con Huang—. Descansado.


Después de un profundo suspiro de alivio, Luce asintió con la cabeza rígida, cuidadosa de no enviar el casco hacía enfrente y cayera de su cabeza.


Los tres hombres hicieron una seña para que el rey — para Luce—caminara por el pasillo de mármol. Huang y Hu la flanquearon, y murmuraron en voces bajas sobre el triste estado de ánimo de los soldados. Cui caminó detrás de Luce, haciéndola sentir incómoda.


El palacio estaba como siempre —altos techos inclinados, todo brillando de blanco, el mismo jade y estatuas de onyx a cada paso, los mismos espejos con marcos de bambú en cada pared. Cuando finalmente cruzaron el último umbral y dieron un paso dentro de la mañana gris, Luce vio el carruaje rojo de madera a la distancia, y sus rodillas casi se doblaron debajo de ella.


Ella tenía que encontrar a Daniel en esta vida, pero adentrarse en la batalla la aterrorizaba.


En el carruaje, los miembros del consejo del rey se inclinaron y besaron su guante. Ella estaba agradecida por los guantes de armadura, pero retiraba la mano apresuradamente, con miedo de que los agarraran para quitárselo. Huang le entrego una larga lanza con un mango de madera y un par de picos salían unos cuantos centímetros por debajo de la punta de la lanza. —Su alabarda, Majestad.


Estuvo cerca de dejar caer la cosa pesada.


—Ellos lo llevaran para pasar por encima de la línea frontal —dijo—. Nosotros lo seguiremos por detrás y lo encontraremos allí con la caballería.


Luce se giró hacia el carruaje. Era básicamente una plataforma de madera sobre un eje largo que conectaba dos grandes ruedas de madera, tiradas por dos inmensos caballos negros. El carruaje estaba una brillante madera lacada roja y tenía espacio suficiente para que alrededor de tres personas se sentaran o estuvieran de pie. Un toldo de cuero y las cortinas podrían ser retirados durante la batalla, pero por ahora, estaban colocados, dándoles a los pasajeros algo de privacidad.


Luce subió, pasando a través de las cortinas, y tomó asiento. Estaba cubierta con pieles de tigre. Un conductor con un fino bigote tomó las riendas, y otro soldado con los ojos caídos y una hacha de batalla subió y se sentó a su lado. Con el chasquido de un látigo, los caballos comenzaron a galopar y sintió las ruedas bajo de ella empezar a rodar.


Mientras ellos pasaban por delante las la altas, austeras puertas del palacio, el sol entraba a raudales a través de la expansiva niebla en una verde extensión de cultivos hacía el oeste. La tierra era hermosa, pero Luce estaba demasiada nerviosa para apreciarlo.


—Bill —susurró—. ¿Ayuda?


No hubo respuesta. — ¿Bill?


Ella se asomó entre las cortinas, pero lo único que atrajo su atención fueron los soldados caídos quienes se suponía eran los guardaespaldas del rey durante el viaje. —Su Majestad, por favor, por su seguridad, debo insistir —El hizo un gesto para que Luce se alejara.


Luce gimió y se recostó contra el acolchonado asiento del carruaje. Las calles empedradas de la ciudad debían estar casi llegando a su fin, porque el camino se volvió muy desigual. Luce se apegó contra el asiento, sintiendo como si estuviera arriba de una montaña rusa de madera. Sus dedos se agarraron de la piel de felpa de tigre.


Bill no quería que ella hiciera esto. ¿Estaba él enseñándole una lección ahora cuando más necesitaba su ayuda?


Sus rodillas se sacudían con cada vibración en el camino. Ella no tenía absolutamente ninguna idea de cómo iba a encontrar a De. Si los guardias del rey no la dejaban ver más allá de una cortina, ¿Cómo la iban a dejar acercarse a la línea del frente?


Pero entonces:


Una vez, hace millones de años, su propio pasado se había sentado sola en este carruaje, disfrazada como el rey difunto. Luce podía sentirlo —incluso si ella no se hubiera unido con el cuerpo de su pasado, Lu Xin podría haber estado aquí justo ahora.

Sin la asistencia de algunas extrañas gárgolas desagradables. Y más importante, sin todo el conocimiento que Luce había acumulado por su búsqueda. Ella había visto la gloria de Daniel en Chichén Itzá. Había sido testigo y finalmente entendido las profundidades de su maldición en Londres. Ella lo había visto ir del suicidio en el Tibet para salvarla a la podrida vida en Versalles. Lo observo dormir a través del dolor de su muerte en Prusia como si él estuviera bajo un hechizo. Lo había visto enamorarse de ella, incluso cuando fue maleducada e inmadura en Helston. Tocó las cicatrices de sus alas en Milán y entendió lo mucho abandonó en el Cielo sólo por ella. Había visto la mirada torturada en sus ojos cuando él la perdió en Moscú, la misma miseria una y otra vez.


Luce le debía a él encontrar una manera de romper esta maldición.


El carruaje se sacudió en una parada, y Luce estuvo cerca de ser lanzada de su asiento. En el exterior, hubo un estruendoso martilleo de los cascos de caballos—lo cual fue muy extraño, porque el carruaje del rey estaba aún detenido.


Alguien más estaba allí.


Luce escuchó un choque de metal y un largo, adolorido gruñido. El carruaje fue empujado bruscamente. Algo pesado golpeó el suelo.


Hubo más choques de metales, más gruñidos, un grito ronco, y otro golpe en el suelo. Sus manos temblaron, Luce apartó las cortinas de cuero ligeramente y vio por el rabillo del ojo los soldados caídos en una piscina de sangre en el suelo.


La carroza del rey había sido emboscada.


Las cortinas, antes de que ella pudiera apartarse, fue abierta por uno de los insurgentes. El luchador extranjero levantó su espada.


Luce no pudo evitarlo: ella gritó.


La espada se detuvo en el aire —y entonces, la más cálida sensación se apoderó sobre Luce, esparciéndose por sus venas, calmando sus nervios, y disminuyendo los latidos de su corazón.


El luchado en el carruaje era De.


Su casco de cuero cubría su negro cabello hasta los hombros, pero dejaba su rostro maravillosamente sin obstrucciones. Sus ojos violetas destacaban en su limpia piel oliva. Él parecía desconcertado y esperanzado al mismo tiempo. Bajó su espada, pero la sostuvo como si él sintiera que no debería atacar. Rápidamente, Luce levantó su casco de su cabeza y lo arrojó sobre el asiento.


Su cabello oscuro cayó como una cascada, sus rizos cayeron todo el camino hasta más debajo de su armadura bronce. Su visión se volvió borrosa mientras sus ojos se llenaron con lágrimas.


—¿Lu Xin? —De la tomó fuertemente entre sus brazos. Su nariz rozó la suya y ella apoyó su mejilla contra la suya, sintiéndose cálida y segura. Él parecía incapaz de dejar de sonreír. Ella levantó su cabeza y besó la hermosa curva de sus labios. Él respondió su beso hambriento, y Luce absorbió cada momento maravilloso, sintiendo el peso de su cuerpo contra el de ella, deseando que la armadura no fuera tan pesada entre ellos.


—Eres la última persona que esperaba ver —dijo De suavemente.


—Podría decir lo mismo de ti —dijo ella—. ¿Qué estás haciendo aquí?


—Cuando me uní con los rebeldes Zhou, juré matar al rey y conseguirte de regreso.


—El rey está—Oh, nada de eso importa más —susurró Luce, besando sus mejillas u sus parpados, aferrándose a su cuello.


—Nada importa —dijo De—. Excepto que estoy contigo.


Luce pensó de regreso en su brillo luminoso al volver de Chichén Itzá. Viéndolo en esas otras vidas, en lugares y tiempos tan lejos de casa—cada uno confirmó cuanto ella lo ama. El vínculo entre ellos era inquebrantable—era claramente en la manera en que ellos se miran el uno al otro, la manera en que ellos podrían leer los pensamientos del otro, la única manera de hacer al otro sentirse completo.


Sin embargo, ¿Cómo podría ella olvidar la maldición que habían estado sufriendo por la eternidad? ¿Y la búsqueda por tratar de romperla? Ella había venido desde muy lejos para olvidar que aún existían obstáculos en el camino para verdaderamente estar con Daniel.


Cada vida le había enseñado algo hasta ahora. Sin duda, esta vida debe tener su propia llave. Si únicamente ella supiera lo que debería buscar.


—Teníamos la palabra del rey de que llegaría aquí para dirigir a las tropas —dijo De—. Los rebeldes habían planeado una emboscada a la caballería del rey.


—Ellos están en camino —dijo Luce, recordando las instrucciones de Huang—. Estarán aquí en cualquier momento.


Daniel asintió. —Y cuando lleguen aquí, los rebeldes me esperan para luchar.


Luce hizo una mueca. Había estado con Daniel dos veces cuando él estaba preparándose para la batalla, y ambas veces había ocurrido algo que ella nunca quería ver otra vez. — ¿Qué debería hacer mientras tú eres…?


—Voy a entrar en batalla, Lu Xin.


—¿Qué?


—Esta no es nuestra Guerra. Nunca lo fue. Podemos quedarnos y pelear las batallas de otras personas o podemos hacerlo lo que siempre hemos hecho, y elegir al otro sobre todo lo demás. ¿Entiendes lo que quiero decir?


—Sí —susurró ella. Lu Xin no conocía el profundo significado de las palabras de De, pero Luce estaba casi segura de que ella lo entendía—que Daniel la ama, que ella lo ama, y que ellos estaban eligiendo estar juntos.


—No nos dejarán irnos fácilmente. Los rebeldes me mataran por desertar —El volvió a colocar el casco en la cabeza—. Tendrás que pelear sin esto, también.


—¿Qué? —susurró—. No puedo pelear. Apenas puedo levantar esto —señaló hacia la alabarda—. No puedo…


—Sí —dijo él, dándole un profundo significado a la palabra—. Tú puedes.


El carruaje se llenó con luz. Por un momento, Luce pensó que este era el momento cuando su mundo se encendía, cuando Lu Xin podría morir, cuando su alma podría ser exiliada hacía las sombras.


Pero eso no ocurrió. El resplandor brillaba fuera del pecho de De. Era el resplandor del alma de Daniel. No era tan fuere o tan radiante como lo había sido en el sacrificio Maya, pero era igual de impresionante. Luce recordó el resplandor de su propia alma cuando ella vio por primera vez a Lu Xin. Quizás ella estaba aprendiendo a ver el mundo como era. Quizás, por fin, la ilusión caía.


—De acuerdo —dijo, llevando su largo cabello de regreso dentro del casco—. Vamos.


Ellos se separaron de las cortinas y se levantaron en la plataforma del carruaje. Una fuerza rebelde de veinte hombres a caballo esperaban cerca del borde de una colina, quizás a unos cincuenta metros por delante de la carroza del rey había sido emboscada. Ellos estaban vestidos con simples ropas de campesinos, pantalón café y camisa gruesa y sucia. Sus escudos llevaban el signo de la rata, el símbolo de la armada Zhou. Ellos estaban mirando a De por ordenes.


Desde el valle llegó un estruendo de cientos de caballos. Luce entendió que todo el ejército de Shang estaba allá abajo, sediento de sangre. Ella pudo escucharlos cantando la vieja canción de guerra que Lu Xin conocía desde que apenas podía hablar.


Y en algún lugar detrás de ellos, Luce sabía que Huang y el resto de los soldados privados de rey estaban en camino hacía lo que ellos pensaban podría ser un reunión en el mirador. Ellos estaban dirigiéndose hacia un baño de sangre, una emboscada, y Luce y Daniel debía huir antes de que ellos llegaran.


—Sigue mi ejemplo —murmuró De—. Podemos dirigirnos hacia las colinas del oeste, tan lejos de esta batalla como nuestros caballos puedan llevarnos.


Él liberó uno de los caballos de carruaje y lo guió hacia Luce. El caballo era impresionante, negro como el carbón, con una mancha blanca en forma de diamante en su pecho. De ayudo a Luce se colocarse en la silla y agarró con una mana la alabarda del rey y una ballesta con la otra. Luce nunca había disparado, ni siquiera había tocado una ballesta en su vida, y Lu Xin únicamente la uso una vez, para asustar a un lince lejos de la cuna de su hermana bebé. Pero el arma se sentía ligera en las manos de Luce, y ella sabía que si llegaba el momento, ella dispararía.


De sonrió por su elección y silbó a su caballo. Una hermosa yegua que comenzó a trotar. Él saltó sobre su espalda.


—¡De! ¿Qué estás haciendo? —Una alarmada voz llamó de la línea de caballos—. ¡Mata al rey! ¡No lo montes en uno de nuestros caballos!


—¡Sí! ¡Mata al rey! —gritó un coro de voces furiosas.


—¡El rey ha muerto! —gritó Luce, silenciando a los soldados. La voz femenina detrás del casco trajo jadeos de asombro de todos ellos. Ellos se quedaron congelados, sin saber si utilizar sus armas.


De llevo su cabello cerca de Luce. Él tomó sus manos en las suyas. Estaban más calientes y fuertes y más tranquilizadoras de cualquier cosa que ella alguna vez sintió.




—Pase lo que pase, te amo. Nuestro amor es todo lo que vale la pena para mí.


—Y para mí —susurró Luce de regreso.


De dejó escapar un grito de guerra, y sus caballos trotaron a un ritmo vertiginoso. La ballesta casi resbaló del agarré de Luce mientras ella se tambaleaba hacia adelante para agarrar las riendas.


Entonces los soldados rebeldes comenzaron a gritar, — ¡Traidores!


—¡Lu Xin! —La voz de De se elevó sobre el estridente grito, las pesuñas del caballo eran más pesadas—. ¡Vete! —Él extendió su brazo alto, señalando hasta las colinas.


Su caballo galopeó tan rápido que era duro ver cualquier cosa con claridad. El mundo pasó silbando por un ruido aterrador. Una maraña de soldados rebeldes cayeron detrás de ellos, los cascos de sus caballos eran tan fuertes como un terremoto que duraría para siempre.


Hasta que un rebelde llegaron a Daniel con su alabarda, Luce había olvidado la ballesta en sus manos. Ahora ella la levantó sin esfuerzo, aún no sabía cómo usarla, sabiendo solamente que ella podría masacrar a alguien que trataba de herir a Daniel.


Ahora.


Ella lanzo su flecha. Para su sorpresa, detuvo al rebelde muerto, cayendo de su caballo. Él se derrumbó en una nube de polvo. Miró con horror al hombre muerto con una flecha atravesando su pecho recostado en el suelo.


—¡Sigue adelante! —De gritó.


Tragó salida duro, dejando que su caballo la guiara. Algo estaba pasando. Ella comenzó a sentirse más ligera en su silla, como si la gravedad de repente tuviera menos poder sobre ella, como si la fe de De en ella la impulsara a través de todo. Podía hacer esto. Podía escapar con él. Deslizó otra flecha en la ballesta, disparó y disparó otra vez. No tenía como objetivo a nadie, excepto su propia defensa, pero había muchos soldados viniendo hacía ella que pronto se acabarían las flechas. Solo quedaron dos.


—¡De! —gritó.


Él estaba casi completamente fuera de la silla, con un hacha golpeando duramente a un soldado Shang. Las alas de De no estaban extendidas, pero bien podrías estarlo—Él parecía tan ligera como el aire, pero mortalmente hábil. Daniel asesino a sus enemigos limpiamente, sus muertes fueron instantáneas, casi sin dolor como era posible.


—¡De! —gritó ella, más fuerte.


Con el sonido de su voz, su cabeza giró. Luce se inclinó sobre su silla para mostrarle su carcaj casi vacío. Él le lanzó su espada enfundada.


Ella la cogió por el mango. Se sintió extrañamente natural en su mano. Entonces ella recordó—la lección de esgrima que había tomado en Shoreline. En su primer encuentro, ella destruyó a Lilith, una compañera de clase remilgada y cruel que era allegada toda su vida.


Ciertamente, podía hacerlo otra vez.


Justo entonces, un guerrero saltó de su caballo hasta el suyo. El repentino peso de él logró que su silla se recorriera e hizo que Luce gritara, pero un momento más tarde, su garganta estaba cortada y su cuerpo era empujado al suelo y la hoja de espada brillaba con sangre fresca.


Hubo un caliente rubor sobre su pecho. Todo su cuerpo zumbaba. Siguió adelante, estimulando a su caballo a toda velocidad, más rápido y más rápido hasta que…


El mundo se volvió blanco.


Luego se estrelló contra la oscuridad.


Finalmente, se encendió a través de un resplandor de colores brillantes.


Levantó su mano para bloquear la luz, pero no venía fuera de ella. Su caballo aún galopeaba debajo de ella. Su daga estaba aún agarrada en su puño, aún moviéndose de golpe de derecha a izquierda, hacia las gargantas, hacia los pechos. Los enemigos caían a sus pies.


Pero de alguna manera Luce no estaba más allí. Un montón de visiones asaltaron su mente, visiones que deberían pertenecer a Lu Xin—y luego algunas visiones no pudieron posiblemente pertenecer a Lu Xin.


Ella vio a Daniel deshacerse sobre ella sin su sencilla ropa de campesino… pero luego, un momento más tarde, estaba con su torso desnudo, con el cabello rubio lardo… y repentinamente llevaba un casco de caballero, cuya visera levantó para besar sus labios… pero antes de que lo hiciera, él cambió su presente, Daniel la dejo en el patio trasero de sus padres en Thunderbolt cuando ella cruzó en el tiempo.


Este era Daniel, ella notó, ella había estado buscándolo todo el tiempo. Extendió su brazo hacía él, gritando su nombre, pero entonces él cambió otra vez. Y otra vez. Ella vio tantos Daniel de los que pensó podría ser posible, cada uno más hermoso que el anterior. Ellos se doblaban sobre sí mismos con un acordeón, cada imagen de él inclinándose y alterando la luz del cielo detrás de él. El corte de su nariz, la línea de su mandíbula, el tono de su piel, la forma de sus labios, todo giraba dentro y fuera de foco, transformándose todo el tiempo. Todo cambió, excepto sus ojos.


Sus ojos violeta siempre se mantenían igual. Ellos la perseguían, escondiendo algo terrible, algo que no entendía. Algo que ella no quería entender.


¿Miedo?


En sus visiones, el terror en los ojos de Daniel era tan intenso que Luce realmente quería apartar la mirada de su belleza. ¿Podría alguien ser tan poderoso como para que Daniel tenga miedo?


Había una sola cosa: Luce está muriendo.


Ella estaba experimentado un montaje de su muerte una y otra y otra vez. Así eran como lucían los ojos de Daniel, a través del tiempo, justo antes de que su vida se consumiera por las llamas. Ella había visto ese miedo en él antes. Lo odiaba porque siempre significaba que el tiempo estaba acabado. Lo vio en cada una de sus caras. El miedo relampagueando en diferentes tiempos y lugares. Repentinamente, supo que había algo más:


Él no tenía miedo por ella, no porque ella estuviera caminando hacía de oscuridad de otra muerte. Él no tenía miedo de lo que pudiera causarle su dolor.


Daniel tenía miedo de ella.


—¡Lu Xin! —gritó su voz desde el campo de batalla. Ella podía verlo a través de la bruma de visiones. Él era la única cosa clara—porque todo lo demás a su alrededor se iluminaba sorprendentemente en blanco. Todo dentro de ella también lo estaba. ¿Era su amor por Daniel lo que la quemaba? ¿Era su propia pasión la que la destruía todo el tiempo?


—¡No! —su mano se alargó para ella. Pero era demasiado tarde.
….


Su cabeza dolía. Ella no quería abrir sus ojos.


Bill estaba de regreso, el suelo estaba frío, y Luce estaba en una bienvenida de oscuridad. Una cascada rociaba en algún lugar del fondo, lloviznando sus mejillas calientes.


—Lo hiciste bien, después de todo.


—No suenas tan decepcionado —dijo Luce—. ¿Cómo explicarás a donde desapareciste?


—No lo haré —Bill succionó sus labios gordos para mostrar que estaban sellados.


—¿Por qué no?


—Es personal.


—¿Es Daniel? —preguntó ella—. Él es capaz de verte, ¿no? Y hay alguna razón por la cual no quieres que él sepa que tú estás ayudándome.


Bill bufó. —Mi negocio no es estar siempre sobre ti, Luce. Tengo otras cosas cocinando en la olla. Además, parecías bastante independiente esta tarde. Quizás era hora de poner fin a nuestra pequeña disposición, frenar un poco las ruedas. ¿Para que diablos me necesitarías más?


Luce estaba demasiada agotada para complacerlo, y demasiada sorprendida por lo que acababa de ver. —No hay esperanza.


Toda la rabia dejó a Bill como el aire soltándose de un globo. —¿Qué quieres decir?


—Cuando yo muero, no es por cualquier cosa que Daniel hace. Es algo que ocurre dentro de mí. Quizás su amor lo trae hacía afuera, pero… es mi culpa. Esto ha sido parte de la maldición, solo que yo no tengo idea de lo que quiere decir. Todo lo que sé es que veo una mirada en sus ojos justo antes de morir… es siempre la misma.


Él inclinó su cabeza. —Hasta ahora.


—Lo hago miserable más de lo que lo hago feliz —dijo ella—. Si él no renuncia a mí, él debería. No puedo hacerle esto a él nunca más.


Ella dejó caer su cabeza entre sus manos.


—¿Luce? —Bill se acercó. Había la extraña ternura que él le mostró la primera vez que lo conoció—. ¿Quieres poner fin a esta charada? ¿Por el amor de Daniel?


Luce levantó la mirada y limpió sus ojos. —Quieres decir, ¿Él no debe tener que atravesar esto nuevamente? ¿Hay algo que pueda hacer?


—Cuando tú asumes una de tus partes de tu propio pasado, hay un momento en cada una de tus vidas, justo antes de morir, donde tu alma y los dos cuerpos —pasado y presente—se dividen. Sólo ocurre en una fracción de un instante.


Luce entrecerró sus ojos. —Creo que tiene sentido eso. En el momento cuando notó que voy a morir, ¿Justo antes de que realmente lo haga?


—Exactamente. Tiene que ver con cómo tus vidas se unirán juntas. En esa fracción de un segundo, hay una manera de separar tu alma maldita de tu cuerpo presente. Algo como sacarlo fuera de tu alma. Podría, efectivamente, extinguir ese elemento molesto de la reencarnación de tu maldición.


—Pero yo pensé que estaba en el final de mi ciclo de reencarnaciones, que no iba a regresar nunca más. Por la cosa del bautismo. Porque yo nunca…


—Eso no importa. Aun estabas obligada a ver el círculo de esto al final. Tan pronto como vayas de regreso al presente, podrías aún morir en cualquier momento debido a…


—Mi amor por Daniel.


—Claro, algo así —dijo Bill—. Ejem. Es decir, a menos que rompas el vínculo con tu pasado.


—Así que, me uniré con mi pasado y ella aún morirá mientras ella siempre…


—Y tú deberías sacarla fuera justo como lo has hecho antes, solo que dejarías su alma detrás de su muerte, también. Y el cuerpo al que deberías regresar —Él le dio un codazo en su hombro—. Este, podría ser libre de vivir sin la maldición con la cual ha vivido desde el amanecer del tiempo.


—¿No más muerte?


—No, a menos que tu saltes de un edificio o entres en un auto con un asesino o tomes un montón de Unisom o…


—Lo tengo —Ella lo cortó—. Pero, no es así —se esforzó por calmar su voz—. No es como si Daniel pudiera besarme y yo… o…


—No es que Daniel pudiera hacer cualquier cosa —Bill la miró fijamente a propósito—. No te sentirás atraída a él nunca más. Seguirás adelante. Probablemente te casaras con alguien aburrido y tendrán doce hijos propios.


—No.


—Tú y Daniel podrán ser libres de la maldición que tanto desprecias. Libre. ¿Escuchas eso? Él podrá seguir adelante y ser feliz, también. ¿No quieres que Daniel sea feliz?


—Pero Daniel y yo…


—Daniel y tú no serán nada. Es una dura realidad, está bien, bien. Pero piensa en esto: tú no tendrás que herirlo nunca más. Madura, Luce. Hay más en la vida que una pasión adolescente.


Luce abrió su boca, pero no quería escuchar su voz quebrada. Una vida sin Daniel era inmaginable. Pero también lo iba a regresarla a su vida real y trataría de estar con Daniel y con ello la mataría para siempre. Había intentando difícilmente encontrar una manera de romper esta maldición, pero la respuesta aún la eludía. Quizás esta era la menara. Sonó horrible ahora, pero si ella quería regresar a su vida y ni siquiera conocer a Daniel, ella no debería perderlo. Y él no debería perderla. Quizás esto sería lo mejor. Para ambos.


Pero no. Eran almas gemelas. Y Daniel la trajo a la vida por su amor. Arriane, Roland, y Gabbe. Incluso Cam. Debido a todo lo que ellos le habían enseñado a aprender sobre sí misma—lo que ella quería, lo que no, como de defenderse. Ella había crecido y vuelto una mejor persona. Sin Daniel, ella nunca habría ido a Shoreline, nunca hubiera encontrado los verdaderos amigos que hizo de Shelby y Miles. ¿Podría siquiera irse de Espada & Cruz? ¿Dónde en la tierra estaría ella? ¿Quién sería ella?


¿Podría ser feliz un día sin él? ¿Enamorarse de alguien más? No podía soportar pensar en eso. La vida sin Daniel parecía descolorida y triste, — excepto por un brillante punto que Luce mantuvo yendo en círculo:


¿Qué pasa si nunca lo hería de nuevo?


—Digamos que yo quiero considerar esto —Luce apenas pudo susurrar—. Sólo pensándolo. ¿Cómo siquiera funcionaria?


Bill se movió por detrás y lentamente sacó algo largo y plateado de una pequeña vaina negra detrás de su espalda. Ella nunca lo había notado antes. Él la sostuvo alto, la plana punta plateada de la flecha que inmediatamente reconoció.


Luego él sonrió. — ¿Has visto alguna vez una Estrella Fugaz?

1 comentario:

  1. algo me dise k bill no esta 100% del lado de luce, desde el principio pense eso,aun me da algo contra bill ¬¬

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