martes, 12 de julio de 2011

ONCE
FLECHAZO (COUP DE FROUDE)



Traducido SOS por CyeLy DiviNNa


VERSALLES, FRANCIA • 14 DE FEBRERO DE 1723

Splash.

Luce salió del mensajero submarino.


Abrió los ojos, pero el agua caliente le nublo la vista tan bruscamente que ella inmediatamente se sujeto de ellos de nuevo. La ropa empapada la arrastró hacia abajo, por lo que luchaba fuera del abrigo de mink. Mientras se hundía debajo de ella, ella pateó duro hacia la superficie, desesperada por aire.


Estaba a sólo unos cuantos centímetros por encima de su cabeza.


Ella abrió la boca, luego sus pies tocaron fondo y se quedó. Se secó el agua de sus ojos. Ella estaba en una bañera.


Por supuesto, era la bañera más grande que había visto, tan grande como una pequeña piscina. Era en forma de riñón y está hecho de la más suave porcelana blanca y sentada sola en medio de una habitación gigante que parecía una galería en un museo. Los altos techos estaban cubiertos por enormes retratos pintados al fresco de una familia de pelo oscuro que parecía real. Una cadena de rosas doradas enmarcaban cada busto, y querubines carnosos oscilaban entre ellos, tocando trompetas hacia el cielo. En contra de cada una de las paredes, que estaban empapeladas en remolinos elaborados de color turquesa, rosa y oro, estaba un armario de gran tamaño, ricamente tallado en madera.

Luce se dejó caer en la bañera. ¿Dónde estaba ahora? Ella utilizó su mano para rozar la superficie, partiendo de unos cinco centímetros de burbujas de espuma a la consistencia de una crema Chantilly. Una esponja del tamaño de la almohada se balanceaba hacía arriba y se dio cuenta que no se había bañado desde Helston. Ella estaba muy sucia. Ella utilizó la esponja para fregar su cara, se puso a trabajar luchando con el resto de su ropa. Ella derramó toda la ropa empapada por el lado de la bañera.

Fue entonces cuando Bill flotó lentamente hasta salir del agua de la bañera para asomar un pie sobre la superficie. La parte de la bañera de la que había subido estaba oscura y nublada con una gárgola de arena.


—Bill —exclamó—. ¿Tengo que decirte que necesito algunos minutos de privacidad?


Él alzó una mano para protegerse los ojos. —¿Tu terminaste ya de revolverte alrededor de aquí, mandíbulas? —Con la otra mano, se limpió algunas burbujas de su calva cabeza.


—¡Podrías haberme advertido de que estabas a punto de tomar una zambullida bajo el agua! —dijo Luce.


—¡Te advertí de esto! —él saltó hasta el borde de la bañera y se tambaleó a través de ella hasta que estuvo en la cara de Luce—. Justo cuando estábamos saliendo del mensajero. ¡Simplemente no me escuchaste porque estabas bajo el agua!


—Muy útil, gracias.


—Necesitabas un baño, de todos modos —dijo—. Esta es una gran noche para ti, nena.


—¿Por qué? ¿Qué está pasando?


—¡Que está sucediendo, ella pregunta! —Bill agarró sus hombros—. ¡Sólo el más grande baile desde que el Rey Sol se desprendió! Y yo digo, ¿y qué si esta bomba es presentada por su grasiento púber-adolescente hijo? Eso todavía va a ser justo abajo en el más grande, y espectacular salón de baile de Versalles y ¡todo mundo va a estar allí!

Luce se encogió de hombros. Un baile sonaba bien, pero no tenía nada que ver con ella.

—Te lo voy a aclarar —dijo Bill—. Todo el mundo estará allí como Lys Virgily. ¿La princesa de Saboya? ¿Te suena?


El señalo a Luce en la nariz. —Esa eres tú.


—Mmm —dijo Luce, deslizando su cabeza hacia atrás para apoyarse contra la pared con jabón de la bañera—. Suena como una gran noche para ella. Pero, ¿qué se supone que tengo que hacer cuando todos estén en el baile?


—Mira, ¿recuerdas cuando te dije—


El pomo de la puerta del gran cuarto de baño empezó a girar. Bill la miró, gimiendo. —Esto continuara.


Cuando la puerta se abrió, él se tapó la puntiaguda nariz y desapareció bajo el agua. Luce se retorció y le dio una patada al otro lado de la bañera. Reapareció, la miró, y comenzó a flotar sobre su espalda a través de la espuma.

Bill podría haber sido invisible para la bonita chica con rizos del color del maíz que estaba de pie en el umbral con un largo vestido de color arándano, pero no lo era para Luce. A la vista de alguien en la bañera, la chica se echó hacia atrás.

—¡Oh, princesa Lys! ¡Perdóneme! —dijo en francés—. Me dijeron que esta cámara estaba vacía. Yo-yo iba a preparar un baño para la Princesa Elizabeth —señaló a la tina donde se Luce se remojaba—, y estaba a punto de enviar a buscarla a sus damas.


—Bien —Luce rebusco en su cerebro, desesperada porque saliera algo más real de lo que sentía—. Tú no puedes mandar a buscarla. Ni a sus damas. Este es mi cuarto, donde tenía la intención de bañarme en paz.


—Le pido perdón —dijo la chica, haciendo una reverencia—, mil veces.


—Está bien —dijo Luce rápidamente cuando vio la sincera desesperación de la muchacha—. Sólo debe haber sido un malentendido.


La chica hizo una reverencia y comenzó a cerrar la puerta. Bill asomó su cabeza con cuernos por encima de la superficie del agua y le susurró: —¡Ropas! —Luce utilizó su pie descalzo para empujarlo hacia abajo.


—¡Espera! —Luce llamó a la chica, que poco a poco abrió la puerta otra vez—. Necesito tu ayuda. Para vestirme para el baile.

—¿Qué pasa con sus damas de honor princesa Lys? Están Agatha o Eloise—


—No, no. Las chicas y yo tuvimos una pelea —se apresuró Luce, tratando de no hablar demasiado por miedo a entregarse por completo—. Ellas recogieron el uhm más horrible vestido para que me ponga. Así que las envié fuera. Se trata de un baile importante, ya sabes.

—Sí, princesa.


—¿Podrías encontrar algo para mí? —preguntó Luce a la chica, haciendo un gesto con la cabeza hacia el armario.


—¿Yo? ¿Ayudarla a vestirse?


—Tú eres la única aquí, ¿no? —dijo Luce, con la esperanza de que algo en ese armario encajaría en ella, y se vería medio decente para un baile—. ¿Cuál es tu nombre?


—Anne-Marie, princesa.


—Genial —dijo Luce, tratando de canalizar Lucinda de Helston en una simple actuación de auto-importancia. Y echó un poco de Shelby la sabelotodo en una buena medida—. Date prisa Anne-Marie. No voy a llegar tarde a causa de tu lentitud. Se buena y tráeme un vestido.



***



Diez minutos más tarde, Luce se puso delante un amplio espejo de tres vías, admirando la costura en el busto del vestido de primera que Anne-Marie le había traído del armario. El vestido estaba hecho de capas de tafetán negro, bien ceñido a la cintura, y luego girando en forma de una gloriosa y ancha campana cerca del suelo. El cabello de Luce había sido arrastrado hacia un giro, luego escondido bajo una pesada peluca de elaborados rizos oscuros. Su rostro brillaba con una capa de polvo y colorete. Llevaba tanta ropa interior que se sentía como si alguien hubiera colocado un peso de cincuenta libras sobre su cuerpo. ¿Cómo se movían las chicas en estas cosas? ¿O tan solo bailar?

Mientras Anne-Marie sacaba el corsé más apretado alrededor de su torso, Luce se abría a su reflejo. La peluca le daba el aspecto de cinco años más. Y estaba segura de que nunca había tenido ese escote mucho antes. En cualquiera de sus vidas.


Por un breve momento, se permitió olvidar sus nervios de conocer su propio pasado como princesa, y si ella iba a encontrar a Daniel de nuevo antes de que ella hiciera un enorme lío de su amor, y simplemente sentiría lo que cualquier otra chica que va a un baile por la noche debe haber sentido: La respiración estaba sobrevalorada en un vestido tan increíble como este.

—Ya está lista, princesa —le susurró Anne-Marie con una reverencia—. Voy a salir, si me lo permite.


Tan pronto como Anne-Marie cerró la puerta detrás de ella, el propio Bill se impulso fuera del agua, envío la fría espuma de jabón por toda la habitación. Se embarcó en el armario y se poso sobre un pequeño taburete de seda turquesa. Señaló vestido de Luce, su peluca, y luego a su vestido de nuevo. —Ooh la la. Muy ardiente.

—No has visto mis zapatos. —Ella levantó el dobladillo de su falda para mostrar un par de puntiagudos tacones de color verde esmeralda con incrustaciones de flores de jade. Eso coincidía con el encaje de color verde esmeralda que recortaba el busto de su vestido y los zapatos eran fácilmente los más increíbles que jamás había visto, y mucho menos caído en sus pies.

—¡Oooh! —chilló Bill—. Muy ro-coco.


—Entonces, ¿realmente estoy haciendo esto? Yo sólo voy a ir allá y pretender—


—No pretendas —Bill sacudió la cabeza—. Lo propio. Como tu propio escote, niña, sabes lo que quieres.


—Está bien, estoy pretendiendo que no he dicho eso. —Luce se echo a reír e hizo una mueca—. Así que bajare las escaleras y haré las propias cosas, o lo que sea. Pero, ¿qué debo hacer cuando me encuentre a mi yo en mi pasado? No sé nada de ella. Yo solo—


—Toma su mano —dijo Bill misteriosamente—. Va a ser muy tocada por el gesto, estoy seguro.


Bill estaba insinuando algo, con claridad, pero Luce no entendía. Entonces se acordó de sus palabras justo antes de que se lanzara por el último Mensajero.


—Cuéntame acerca de ir por las tres-D.


—Ajá —Bill hizo la pantomima apoyado contra una pared invisible en el aire. Sus alas fueron borrosas mientras se agitaba delante de ella—. ¿Sabes cómo algunas cosas son demasiado fuera de este mundo-para ser inmovilizadas por aburridas viejas palabras? Como, por ejemplo, la forma en que te desmayas cuando Daniel se presenta en un largo beso, o la sensación de calor que se propaga a través de tu cuerpo cuando sus alas se despliegan en una noche oscura—


—No lo hagas. —La mano de Luce fue a su corazón contra su voluntad. Ahí había palabras que nunca podría hacer justicia a lo que Daniel la hizo sentir. Bill se estaba burlando de ella, pero eso no quería decir que le doliera menos estar lejos de Daniel durante tanto tiempo.

—Lo mismo pasa con las tres dimensiones. Sólo tienes que vivirlo para entenderlo.


Tan pronto como Bill abrió la puerta a Luce, los sonidos de la música de una lejana orquesta y el amable murmullo de una multitud inundaron la habitación. Sentía algo que tiraba de ella allí. Tal vez era Daniel. Tal vez era Lys.


Bill se inclinó en el aire. —Después de ti, princesa.


Siguió el ruido hasta dos amplias y sinuosas escaleras de oro, la música cada vez era más fuerte con cada paso. A medida que se extendía por la galería vacía, ella empezó a oler los deliciosos aromas de codorniz asada y compota de manzana y patatas gratinadas. Y el perfume, hasta el punto que casi no podía respirar sin toser.

—Ahora, ¿no estás contenta de haberte hecho tomar un baño? —preguntó Bill—. Una botella menos de eau de reekette haciendo hoyos en la capa de ozono.


Luce no respondió. Ella había entrado en un largo pasillo de espejos, y delante de ella, un par de mujeres y un hombre cruzaban hacia la entrada de una sala principal. Las mujeres no caminaban, se deslizaban. Sus vestidos amarillo y azul prácticamente agitaban por el suelo. El hombre caminaba entre ellas, su camisa blanca con atractivos volantes debajo de su chaqueta plateada y sus tacones tan altos como los que estaban en los zapatos de Luce. Los tres de ellos llevaban pelucas un pleno pie más altas que la de la cabeza de Luce, que se sentía enorme y pesaba una tonelada. Al verlos, Luce se sintió torpe, con la forma en que la falda pasó de un lado a otro mientras caminaba.


Se volvieron para mirarla con tres pares de ojos entrecerrados, como si se pudieran decir de inmediato que no había sido criada para asistir a los bailes de la alta sociedad.


—No hagas caso de ellos —dijo Bill—. Son snobs en cada vida. Al final, no tienen nada de ti.


Luce asintió con la cabeza, cayendo detrás del trío, que pasaba a través de un conjunto de puertas reflejado en el salón de baile. El salón de baile final. El salón de baile para poner fin a todas las salas de baile.


Luce no pudo evitarlo. Se detuvo en seco y le susurró: —Wow.


Era majestuoso: una docena de lámparas colgaban del techo, lejanas, brillando con brillantes velas blancas. Donde las paredes no eran de espejos, estaban cubiertas de oro. La pista de baile de parqué parecía extenderse hacia la ciudad próxima, y envolviendo a la pista de baile estaban largas mesas cubiertas de lino blanco, establecidas con una cantidad de cubiertos de porcelana, platos de pasteles y galletas, y grandes copas de cristal llenas de vino de color rubí. Miles de narcisos blancos se asomaban de cientos de vasijas de color rojo oscuro en el conjunto de decenas de mesas de comedor.

En el lado opuesto de la habitación, una línea de exquisitamente vestidas mujeres jóvenes se estaba formando. Había alrededor de diez de ellas, de pie juntas, susurrando y riendo frente a una gran puerta dorada.


Otra multitud se había reunido en torno a un enorme frasco de cristal con ponche cerca de la orquesta. Luce se sirvió un vaso.


—¿Perdón? —preguntó a un par de mujeres a su lado. Sus artísticos rizos grises formando torres gemelas en sus cabezas—. ¿Por qué están las chicas en la fila?


—¿Por qué? para agradar al rey, por supuesto. —Una mujer se rió entre dientes—. Esas Señoritas están aquí para ver si podrían darle gusto y contraer matrimonio.


¿Matrimonio? Pero se veían tan jóvenes. Toda la piel de Luce de repente comenzó a sentir calor y picazón. Luego algo la golpeó: Lys estaba en esa línea.


Luce tragó saliva y estudió a cada una de las mujeres jóvenes. Allí estaba ella, tercera en la línea, magníficamente envuelta en un vestido largo y negro sólo ligeramente diferente de la que Luce llevaba. Sus hombros estaban cubiertos con una chalina de terciopelo negro, y sus ojos nunca se levantaron del piso. Ella no se reía con las otras chicas. Se veía tan frustrada como Luce se sentía.

—Bill —susurró Luce.


Sin embargo, la gárgola voló justo en frente de su cara y la hizo callar con un dedo en sus labios de piedra grasa. —Sólo los locos hablan con sus gárgolas invisibles —susurró—, locos y no los invitados a muchos bailes. Ahora, silencio.

—¿Pero qué pasa—


—Shhhhhh.


¿Qué sobre las 3-D?


Luce respiró hondo. La última instrucción que le había dado era tomar a Lys de la mano. ...


Ella se acercó, cruzando la pista de baile y pasando por alto a los criados con sus bandejas de foie gras y Chambord. Estuvo a punto de tirarlos directo en la chica detrás de Lys, que estaba tratando de cortar por delante de Lys en la línea haciéndose pasar por alguien susurrando algo a una amiga.


—Disculpe. —Luce le dijo a Lys, cuyos ojos se abrieron y cuyos labios se separaron y dejaron que un pequeño ruido confuso escapara de su boca.

Pero Luce, no podía esperar a que Lys reaccionara. Ella se agachó y la agarró de la mano. Que encajo en su propia mano como una pieza del rompecabezas. Ella la apretó.


El estómago de Luce cayó como si hubiera ido a la primera cuesta de una montaña rusa. Su piel comenzó a vibrar, y un sueño, agitando suavemente la sensación se apoderó de ella. Sintió que sus párpados aletearon, pero un instinto le dijo que se aferrara a mantener la mano de Lys.

Ella parpadeó, parpadeó y Lys, y luego ambas parpadearon al mismo tiempo y en el otro lado de un abrir y cerrar, Luce pudo ver en los ojos de Lys... y entonces pudo ver a Lys desde sus propios ojos... y después


Ella no podía ver a nadie delante de ella en absoluto.


—¡Oh! —gritó, y su voz sonaba como siempre. Ella se miró las manos, que parecían igual que siempre. Ella se acercó y sintio su cara, su pelo, la peluca, que se sentía la misma que tenía antes. Pero algo... algo había cambiado.


Ella levantó el dobladillo de su vestido y miró hacia abajo en sus zapatos.


Eran de color magenta. Con forma de diamante y con tacón alto, y atados al tobillo con un arco de plata elegante.


¿Qué había hecho?


Entonces se dio cuenta de lo que Bill había querido decir con "ir por las tres—D".


Ella había entrado literalmente en el cuerpo de Lys.


Luce dio una mirada a su alrededor, aterrorizada. Para su horror, todas las demás chicas de la línea no se movían. De hecho, todo al que miraba Luce estaba duramente congelado. Era como si toda la fiesta hubiera sido puesta en pausa.

—¿Ves? —vino la voz de Bill acaloradamente en su oreja—. No hay palabras para esto, ¿verdad?


—¿Qué pasa, Bill? —Su voz se elevaba.


—En este momento, no mucho. Tuve que poner un freno a la fiesta, para que no se asustaran. Una vez que estemos en la recta de negocios de las tres-D, voy a empezar de nuevo otra vez.


—Así que... ¿no pueden ver esto ahora? —preguntó Luce, agitando la mano lentamente por delante de la cara de la guapa chica morena que había estado de pie delante de Lys. La chica no se inmutó. Ella no se inmutó. Su cara estaba congelada en una mueca con la boca abierta sin fin.


—No. —Bill lo demostró moviendo su lengua cerca de la oreja de un hombre mayor, que se quedó helado con un escargot a punto entre los dedos, a centímetros de su boca—. No hasta que chasqueé los dedos.

Luce exhaló, una vez más extrañamente aliviada por tener la ayuda de Bill. Necesitaba unos minutos para acostumbrarse a la idea de que ella estaba-realmente—

—Estoy dentro de mi propio pasado —dijo.


—Sí.


—Entonces, ¿A dónde voy a ir? ¿Dónde está mi cuerpo?


—Estás en alguna parte —Él la tocó en la clavícula—. Vas a salir de nuevo cuando-bueno, cuando sea el momento adecuado. Pero por ahora, te has deslizado por completo dentro de tu pasado. Al igual que una linda tortuga en un caparazón prestado. Excepto que es más que eso. Cuando estás en el cuerpo de Lys, tus seres mismos se entrelazan, por lo que toda clase de cosas buenas viene con el paquete. Sus recuerdos, Sus pasiones, Sus modales, por suerte para ti. Por supuesto, también tienes que lidiar con sus defectos. Éste, si mal no recuerdo, pone su pie en la boca con cierta regularidad. Así que ten cuidado.
—Increíble —le susurró Luce—. Así que si tan sólo pudiera encontrar a Daniel, me gustaría ser capaz de sentir exactamente lo que ella siente por él.

“Seguro, supongo, pero si te das
cuentas que una vez que haga sonar mis dedos, Lys tiene obligaciones en este
baile que no incluyen a Daniel. Esta no es en realidad su escena, y por ello me
refiero, a que de ninguna forma los guardias van a permitir que entre un pobre
chico de establo.”


A Luce no le importaba nada de
eso. Chico pobre de establo o no, ella lo encontraría. Ella no podía esperar.
Dentro del cuerpo de Lys ella podría incluso abrazarlo, quizás incluso besarlo.
La anticipación era casi abrumadora.


“¿Hola?” Bill golpeo duramente su
frente con un dedo. “¿Ya estas lista? Entra ahí, ve lo que puedes ver—luego sal
mientras la captación sea buena, si sabes lo que quiero decir.”


Luce asintió. Ella estiró el vestido
negro de Lys y elevó un poco su cabeza. “Envíame.”


“Y…anda.” Bill chasqueó sus dedos.


Por una fracción de segundo, la
fiesta se quedo enganchada como un disco rayado. Luego cada silaba en medio de
una conversación, cada atisbo de perfume siendo trasportado por el viento, cada
gota de ponche deslizándose por cada garganta enjoyada, cada nota de música de
cada músico en la orquesta, se elevó, se suavizo, y continuo como si nada en el
mundo hubiera pasado.


Solo Luce había cambiado. Su
mente fue asaltada por miles de palabras e imágenes.
Una enorme casa de campo con techo de paja en las laderas de Los Alpes.
Un caballo color castaño llamado Gauche. El aroma de paja en todos lados. Una
peonia blanca de largo tallo descansando atravesada en su almohada. Y Daniel.
Daniel. Daniel. Volviendo desde el pozo con cuatro pesados cubos de agua
balanceándose en una barra atravesada en sus hombros. Aseando a Gouche a
primera hora de la mañana de modo que Lys pudiera llevárselo de cabalgata.
Cuando se trataba de pequeños y adorables favores para Luce, no había nada que
Daniel dejara pasar, incluso en la niebla de todo el trabajo que él hacía para
el padre de ella. Sus ojos violetas encontrándola siempre. Daniel en sus
sueños, en su corazón, en sus brazos.
Era como los flashes de los recuerdos
de Luschka que habían venido a ella en Moscow cuando había tocado la puerta de
la iglesia—pero más fuertes, más abrumadores, intrínsecamente parte de ella.


Daniel estaba aquí. En los
establos o los cuartos de los sirvientes. Él estaba aquí. Y ella lo
encontraría.


Algo se removió cerca del cuello
de Luce. Ella saltó.


“Solo yo.” Bill revoloteó sobre
lo alto de su capa “Lo estás haciendo bien.”


Las puertas doradas en la entrada
de la habitación fueron abiertas por dos lacayos, quienes estaban de pie a cada
lado atentos. Las chicas en la línea frente a Luce comenzaron a reír disimulada
y tontamente emocionadas, y luego un silencio barrió la habitación. Mientras
tanto, Luce estaba buscando la forma más rápida de salir de ahí hacia los
brazos de Daniel.


“Focalízate, Luce.” Bill dijo,
como si estuviera leyendo su mente. “Estas a punto de ser llamada a tu deber.”


Las cuerdas de la orquesta
comenzaron a tocar los barrocos acordes iniciales de El Ballet de Jeunesse, y la completa habitación cambio la dirección
de su atención. Luce siguió la mirada de todos los demás y jadeo: ella reconoció al hombre que estaba de pie en
la entrada mirado hacia la fiesta con un parche en un ojo.


Era el Duc de Borurbon, el primo
del rey.


Él era alto y delgado, tan marchito
como una planta de porotos en sequia. Su enfermamente ajustado traje de
terciopelo azul estaba ornamentado con una banda color malva que hacia juego
con las medias malvas de sus piernas tan delgadas como ramitas. Su
ostentosamente empolvada peluca y su rostro blanco leche era ambos
excepcionalmente feos.


Ella no reconoció al duque por
alguna fotografía en un libro de historia. Ella sabia demasiado de él. Ella
sabía todo. Como por ejemplo como las
señoritas en espera reales intercambiaban obscenas bromas sobre el triste
tamaño del cetro del duque. Sobre como él perdió el ojo (un accidente de caza,
en un viaje al que él se había unido para apaciguar al rey). Y sobre como justo
ahora, el duque iba a hacer entrar a las chicas que él había preseleccionado como
apropiado material de matrimonio para el rey de doce años que esperaba dentro.


Y Luce—no, Lys—era una de las
principales favoritas del duque para llenar la vacante. Esa era la razón del pesado y doloroso sentimiento en su
pecho: Lys no se podía casar con el rey, porque ella amaba a Daniel. Ella lo
había amado apasionadamente por años. Pero en esta vida, Daniel era un
sirviente, y ambos estaban forzados a esconder su romance. Luce sintió el miedo
paralizante de Lys—que si ella se tornaba la fantasía del rey esta noche, toda
la esperanza de tener una vida con Daniel desaparecería.


Bill le había advertido que ir en
3D seria intenso, pero no había forma en que Luce pudiera haber estado
preparada para el embate de tanta emoción: cada miedo y duda que alguna vez
había cruzado por la mente de Lys inundó a Luce. Cada esperanza y sueño. Era
demasiado.


Ella jadeo y miro alrededor de
ella hacia el baile—donde sea menos hacia el duque. Y se dio cuenta que sabía
todo lo que había que saber sobre este tiempo y lugar. Repentinamente ella
entendió porque el rey estaba buscando una esposa a pesar de que ya estaba
comprometido. Ella reconoció la mitad de los rostros moviéndose a su alrededor
en la sala de baile, sabia sus historias, y sabia quienes la envidiaban. Ella
sabia como ponerse de pie con el vestido con corsé de modo que pudiera respirar
confortablemente. Y sabia, juzgando por el entrenado ojo que tenia sobre los
bailarines, que Lys había sido entrenada en el arte del baile de salón desde la
niñez.


Era una sensación extraña, estar
en el cuerpo de Lys, como si Luce fuera ambas el fantasma y el embrujado.


La orquesta terminó la canción, y
un hombre cerca de la puerta dio un paso al frente y leyó desde un rollo de
papel. “Princesa Lys de Savoy.”


Luce elevó su cabeza con mas
elegancia y confianza de la que había esperado, y aceptó la mano del joven
hombre en la chaquetilla verde que había aparecido para escoltarla hacia la
habitación de recepción del rey.


Una vez dentro de la habitación
completamente en color azul pastel, Luce intentó no mirar fijamente al rey. Su
imponente peluca gris se veía ridícula suspendida sobre su pequeño y pintado
rostro. Sus pálidos ojos azules miraban de reojo a la línea de duquesas y
princesas—todas hermosas, todas vestidas exquisitamente—en la forma en que un
hombre privado de comida miraría a un cerdo en un asador.


La figura llena de granos en el
trono era poco más que un niño.


Louis XV había asumido la corona
cuando solo tenía cinco años de edad. En conformidad a los deseos de su
agonizante padre, él había sido prometido a la princesa española, la infanta.
Pero ella aun era una niña recién comenzando a caminar. Era un emparejamiento
hecho en el infierno. No se esperaba que el joven rey, que era frágil y
enfermizo, viviera lo suficiente para producir un heredero con la princesa
española, quien también podría morir antes de alcanzar la edad donde podría
tener hijos. Así que el rey tenía que encontrar una consorte para producir un
hijo. Lo cual explicaba esta extravagante fiesta, y las señoritas alineándose
en exhibición.


Luce jugueteo con el lazo de su
vestido, sintiéndose ridícula. Las otras chicas todas se veían tan pacientes.
Quizás ella de verdad querían
desposar al rodeado de acné Rey Louis de doce años, aunque Luce no veía como
eso era posible. Ella eran todas tan elegantes y hermosas. Desde la princesa
rusa, Elizabeth, cuyo vestido de terciopelo color zafiro tenía un cuello
rodeado de piel de conejo, a Maria, la princesa de Polonia, cuya pequeña nariz
de botón y boca roja que la hacían vertiginosamente atractiva, todas miraban al
niño rey con enormes y esperanzados ojos.


Pero él estaba mirando
directamente a Luce. Con una sonrisa de satisfacción que hizo que su estomago
se retorciera.


“Esa.” Él apuntó hacia ella
perezosamente. “déjame verla de cerca.”


El duque apareció al lado de
Luce, gentilmente empujándola de sus hombros hacia delante con sus largos y
fríos dedos. “Preséntese princesa,” él dijo suavemente. “Esta es una
oportunidad única en la vida.”


La parte Luce de ella gimió
internamente, pero en el exterior, Lys estaba a cargo, y ella prácticamente
flotó hacia adelante para saludar al rey. Ella hizo una reverencia con la
perfectamente apropiada inclinación de cabeza, extendiendo su mano para él beso
de él. Era lo que su familia esperaba de ella.


“¿Te vas a poner gorda?” el rey
dejó escapar hacia Luce, mirando su cintura apretada por el corsé. “Me gusta
como se ve ahora,” él le dijo al duque. “pero no quiero que se ponga gorda.”


Si ella hubiera estado en su
propio cuerpo, Luce le haría dicho al rey exactamente lo que ella pensaba de su
poco atractivo físico. Pero Lys tenía perfecta compostura, y Luce se sintió a
si misma responder, “Espero siempre complacer al rey con mi imagen y mi
temperamento.”


“Si, por supuesto,” el duque
ronroneó, caminando en un apretado círculo alrededor de Luce. “Estoy seguro que
su Majestad puede mantener a la princesa en la dieta de su elección.”


“¿Qué hay respecto a la caza?” el
rey preguntó.


“Su Majestad,” el duque comenzó a
decir, “eso no es propio de una reina. Usted tiene muchos otros compañeros de
caza. Yo, por ejemplo—“


“Mi padre es un excelente
cazador,” Luce dijo. Su cerebro estaba girando, trabajando n algo—cualquier
cosa—que pudiera ayudarla a escapar de esta escena.


“¿Debería acostarme con tu padre,
entonces?” el rey se burló.


“Sabiendo que Su Majestad gusta
de lar armas,” Luce dijo, esforzándose por mantener su tono educado, “He traído
para usted un regalo—el rifle de caza más preciado de mi padre. Él me ha pedido
que se lo traiga esta tarde, pero no estaba segura cuando tendría el placer de
conocerlo.”


Ella tenia la atención completa
del rey. Él estaba apostado en el borde de su trono.


“¿Cómo se ve? ¿Tiene joyas en la
empuñadura?”


“El…el mango es tallado a mano en
madera de cerezo,” ella dijo, alimentando al rey con los detalles que Bill
enumeraba desde donde estaba de pie junto a la silla del rey. “el calibre fue
procesado por—por—“


“Oh, ¿Qué sonaría impresionante?
Por un herrero ruso que desde ese momento ha trabajado para el Zar.” Bill se
inclinó sobre los pasteles del rey y olio hambriento. “Esto se ve bien.”


Luce repitió las líneas de Bill y
luego añadió, “Puedo traérselo Su Majestad, si tan solo me deja ir y traerlo
desde mi recamara—“


“Un sirviente pueda traer el arma
mañana, estoy seguro,” dijo el duque.


“Quiero verla ahora.” El rey cruzó sus brazos,
luciendo incluso más joven de lo que era.


“Por favor.” Luce se giró hacia
el duque. “Me daría un gran placer presentar el rifle a Su Majestad en
persona.”


“Anda.” El rey chasqueo sus
dedos, despidiendo a Luce.


Luce quería girarse en sus
tobillos, pero Lys sabia mejor—uno nunca debía darle la espalda al rey—y ella
hizo una reverencia y camino de espaldas hasta salir de la habitación. Ella
mostró el más gracioso autocontrol, planeando como si no tuviera pies—solo
hasta que llego al otro lado de la puerta con espejos.


Entonces ella corrió.


A través del salón de baile,
pasando por las esplendidas parejas danzantes y la orquesta, zumbando por una
habitación amarillo pastel hacia otra decorada completamente en profundo
monasterio. Ella corrió pasando damas jadeantes y gruñones caballeros, sobre
pisos de madera y gruesas, opulentas alfombras persas, hasta que las luces se
suavizaron y los participantes de la fiesta se espaciaron, y al fin ella
encontró las puertas parteluz que llevaban afuera. Ella las empujó abriéndolas,
jadeando en su corsé para hacer entrar el fresco aire de libertad en sus
pulmones. Ella se deslizó en el enorme balcón hecho de mármol blanco brillante
que rodeaba el segundo piso del palacio.


La noche estaba brillante de
estrellas; todo lo que Luce quería hacer era estar en los brazos de Daniel y
volar hacia esas estrellas. Si tan solo él estuviera a su lado para llevársela
lejos de todo esto—


“¿Qué estás haciendo aquí?”


Ella se giró. Él había venido por
ella. Él estaba de pie al otro lado del balcón en sus simples ropas de
sirviente, luciendo confundido y alarmado y trágica e inevitablemente
enamorado.


“Daniel.” Ella se lanzó hacia él.
Él se movió hacia ella también, sus ojos violetas encendiéndose; él abrió sus
brazos, radiante. Cuando ellos finalmente se juntaron y Luce envolvió sus
brazos alrededor de él, ella pensó que podría explotar de felicidad.


Pero no lo hizo.


Ella solo se quedo ahí, su cabeza
escondida contra el maravilloso y amplio pecho de él. Ella estaba en casa. Sus
brazos estaban envueltos alrededor de su espalda, descansando en la cintura de
ella, mientras la empujaba tan cerca de él como era posible. Ella lo sintió
respirar, y olió el aroma de paja en su cuello. Luce lo besó justo bajo su
oreja izquierda, luego bajo su mandíbula. Suaves, y delicados besos hasta que
llego a sus labios, los cuales se abrieron contra los de ella. Luego el beso se
extendió, lleno de un amor que parecía brotar de las mismas profundidades del
alma de ella.


Después de un momento, Luce se
separó y miró fijamente en los ojos de Daniel. “Te he extrañado tanto.”


Daniel se rió. “Yo también te he
extrañado en las pasadas…tres horas. ¿estas—estas bien?”


Luce paso sus dedos por el sedoso
cabello dorado de Daniel. “Solo necesitaba algo de aire, para encontrarte.”
Ella lo apretó con fuerza.


Daniel entrecerró sus ojos. “No
creo que deberíamos estar aquí, Lys. Deben estar esperándote volver a la
habitación de recepciones.”


“No me importa. No voy a volver a
entrar ahí. Y nunca me casaría con ese cerdo. Nunca me casare con nadie que no
seas tú.”


“Shhh.” Daniel hizo una mueca,
acariciando su mejilla. “Alguien podría escucharte. Ellos cortan cabezas por
menos de eso.”


Alguien ya te escuchó,” una voz dijo desde la puerta abierta. El
Duc de Bourbon estaba de pie con sus brazos cruzados sobre su pecho, sonriendo
burlonamente a la visión de Lys en brazos de un sirviente común. “Creo que el
rey debería escuchar sobre esto.” Y luego se había ido, desapareciendo dentro
de palacio.


El corazón de Luce se aceleró,
empujado por el miedo de Lys y el propio: ¿Había alterado la historia? ¿Se
suponía que la vida de Lys procediera de forma diferente?


Pero Luce no podría saber,
¿cierto? Eso era lo que Roland le había dicho. Cualquier cambio que ella
hiciera en el tiempo, ellos inmediatamente serian parte de lo que había pasado.
Pero Luce aun estaba ahí, así que si ella había cambiado la historia por
abandonar al rey—bueno, no parecía importar para Lucinda Price en el siglo
veintiuno.


Cuando ella le habló a Daniel, su
voz era tranquila. “No me importa si ese vil duque me mata. Preferiría morir
que renunciar a ti.”


Una ola de calor barrió sobre
ella, haciéndola desbalancearse donde ella estaba. “Oh,” ella dijo, apretando
una mano contra su cabeza. Ella la reconoció al instante, como algo que ella
había visto miles de veces antes pero nunca le había puesto atención.


“Lys,” él susurró. “¿Tu sabes lo
que viene?”


“Si,” ella susurró.


“¿Y tú sabes que estaré contigo
hasta el final?” Los ojos de Daniel la perforaron, llenos de ternura y
preocupación. Él no le estaba mintiendo. Él nunca le había mentido. Nunca lo
haría. Ella sabia eso ahora, lo podía ver. Él le había revelado solo lo justo
para mantenerla viva unos pocos momentos más, para sugerir todo lo que Luce
estaba comenzando a aprender sola.


“Si.” Ella cerró sus ojos. “Pero
hay tanto que aun no entiendo. No sé como para esto. No sé cómo romper esta maldición.”


Daniel sonrio, pero había lagrimas
rodeando sus ojos.


Luce no estaba asustada. Ella se sentía
libre. Mas libre de lo que se había sentido antes.


Un extraño y profundo
entendimiento se estaba desenvolviendo en su memoria. Algo volviéndose visible
en la niebla de su cabeza. Un beso de Daniel abriría una puerta, liberándola de
un matrimonio sin amor con un malcriado niño, de la prisión de su cuerpo. Este cuerpo
no era quien ella era en realidad. Era solo una coraza, parte de un castigo. Y por
lo tanto la muerte de este cuerpo no era una tragedia para nada—era simplemente
el fin de un capitulo. Una hermosa y necesaria liberación.


Pasos resonaron en las escaleras
tras ellos. El duque retornando con sus hombres. Daniel apretó los hombros de
ella.


“Lys, escúchame—“


“Bésame,” ella pidió. El rostro
de Daniel cambió, como si no necesitara escuchar nada más. Él la levantó del
piso y la apretó contra su pecho. un hormigueo caluroso se extendió por su
cuerpo mientras ella lo besaba más fuerte y profundo, dejándose ir
completamente. Ella arqueo su espalda e inclino su cabeza hacia el cielo y lo
beso hasta que estaba mareada de felicidad. Hasta que los oscuros rastros de
las sombras se revolvieron y oscurecieron las estrellas arriba. Una sinfonía obsidiana.
Pero tras de ello: había luz. Por primera vez, Luce pudo sentir la luz
brillando a través.


Era absolutamente glorioso.


Era tiempo para que ella se
fuera.


Sal mientras la captación sea buena, Bill le había advertido. Mientras
ella aun estaba viva.


Pero ella aun no podía irse. No mientras
todo era tan tibio y adorable. No con Daniel aun besándola, loco de pasión. Ella
abrió sus ojos y todos los colores del cabello de él y su rostro y la noche en
si misma flameaban más brillante y más hermoso, encendidos por un brillo
intenso.


El brillo estaba viniendo desde
dentro de Luce.


Con cada beso, su cuerpo completo
se acercaba mas a la luz. Esta era la única forma verdadera de volver a Daniel.
Fuera de una vida mundana hacia la otra. Luce moriría felizmente miles de veces
mientras pudiera estar con él de nuevo en el otro lado.


“Quédate conmigo,” Daniel pidió incluso
mientras ella se sentí a si misma encandecer.


Ella gimió. Las lagrimas vertiéndose
por su rostro. La más suave de las sonrisas separó sus labios.


“¿Qué pasa?” Daniel preguntó. Él no
pararía de besarla. “¿Lys?”


“Es…tanto amor,” ella dijo, abriendo sus ojos justo cuando el fuego florecía a
través de su pecho. Una enorme columna de luz explotó en la noche, mandando
calor y llamas a lo alto del cielo, empujando a Daniel, empujando a Luce fuera
de la muerte de Lys y hacia la oscuridad, donde ella estaba fría como el hielo
y sin poder ver nada. Una temblorosa oleada de vértigo la poseyó.


Luego: el más pequeño brillo de
luz.


El rostro de Bill apareció en la
vista, cerniéndose sobre Luce con una mirada preocupada. Ella estaba de
espaldas sobre una superficie plana. Ella tocó la suave piedra bajo ella, escuchó el
agua goteando cerca, olio el frio y mohoso aire. Ella había salido al interior
de un locutorio.


“Me asustaste,” Bill dijo. “No sabía…quiero
decir, cuando ella murió, no sabía cómo…no sabía si quizás podrías haberte
quedado atrapada en algún lado…pero no estaba seguro.” Él agitó su cabeza como
para disipar el pensamiento.


Ella intentó ponerse de pie, pero
sus piernas estaban temblorosas y toda ella se sentía increíblemente fría. Ella
se sentó a piernas cruzadas contra la muralla de piedra. Estaba de nuevo en el
vestido negro con el borde verde esmeralda. Las zapatillas verde esmeralda
estaban una junto a la otra en la esquina. Bill debía de habérselas sacado y
haberla recostado después de que ella…después de que Lys…Luce aun no podía creerlo.


“Podía ver cosas, Bill. Cosas que no sabía antes.”


“¿Cómo?”


“Como que ella estaba feliz
cuando murió. Yo estaba feliz. Extasiada. Todo era hermoso.” Su mente corría.
“Sabiendo que él estaría para mí en el otro lado, sabiendo que todo lo que
estaba haciendo era escapar de algo peor y opresivo. Que la belleza de nuestro
amor sobreviviría a la muerte, a todo. Era increíble.”


“Increíblemente peligroso,” Bill
dijo secamente. “No lo hagamos de nuevo, ¿sí?”


“¿No lo entiendes? Desde que perdí
a Daniel en el presente, esto es lo mejor que me ha pasado. Y—“


Pero Bill había desaparecido en
la oscuridad de nuevo. Ella escuchaba el goteo de la cascada. Un momento más
tarde, el sonido de agua hirviendo. Cuando Bill reapareció, él había hecho té. Él
traía una tetera en una delgada bandeja de metal y le pasó a Luce un tazón
humeante.


“¿Dónde conseguiste eso?” ella
preguntó.


Dije, no lo hagamos de nuevo, ¿sí?”


Pero Luce estaba demasiado
envuelta en sus propios pensamientos para de verdad escucharlo. Esto era lo más
cercano que ella había estado de alguna claridad. Ella iría en 3D-- ¿Cómo lo había
llamado él? ¿Hendirse?—de nuevo. Ella
vería sus vidas hasta sus finales, una tras de otra hasta que en una de esas vidas,
ella descubriría exactamente por qué pasó.


Y luego ella rompería la maldición.

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